DEMASDEMASIADO PROGRE PARAm MACRI

“Así como la monarquía terminó con el feudalismo y la república terminó con la monarquía, la democracia popular terminará con la democracia liberal burguesa y sus distintas evoluciones democráticas de que hacen uso las plutocracias dominantes”
Juan Domingo Perón

"EL PERONISMO NO SE APRENDE NI SE PROCLAMA, SE COMPRENDE Y SE SIENTE"
EVITA


La salud se compra y se vende El negocio de la gripe porcina

Por: Kenny García Ortega
Fecha de publicación: 27/04/09


Como en este planeta donde vivimos la ambición desmedida no tiene límites y peor aún, nada para un capitalista de los buenos le impide tomar cualquier tipo de acciones que busquen la tan ansiada rentabilidad de sus empresas, se me ocurrió investigar un poquito sobre ¿quién se beneficia del brote del virus de esta enfermedad?

Pues señores, actualmente se dispone de medicamentos para el tratamiento de las personas con infecciones por gripe porcina. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos en Atlanta (CDC) recomienda el uso de Oseltamivir y Zanamivir para el tratamiento o la prevención de la infección por los virus de la influenza porcina. Éstos medicamentos son producidos por dos corporaciones farmacéuticas: El Oseltamivir es un medicamento antiviral selectivo contra el virus de la influenza. Lo produce Roche bajo la marca Tamiflu, y el Zanamivir es un inhibidor utilizado en el tratamiento de la profilaxis del virus A y B de la Influenza. Actualmente es comercializado por Glaxo Smith Kline bajo el nombre registrado de Relenza, siendo el único tipo de Zanamivir en el mercado.

Como podemos ver, existen dos compañías que producen los “remedios” para este brote que, de manera “imprevista”, empieza a hacer estragos en EE.UU. y México. Como solamente existen dos proveedores de los productos referidos, los gobiernos de ambos países no tendrían mucho de donde seleccionar para adquirir los medicamentos que lograrían controlar esta enfermedad, por consiguiente, tanto Roche como Glaxo serían los principales beneficiados en todo este asunto.

Lo más curioso es que, al revisar el comportamiento accionario de Roche, se anunció un desplome de sus acciones para el pasado 22 de abril y, aunque usted no lo crea, la gráfica que muestra las variaciones durante los últimos 10 meses de sus cotizaciones en la bolsa evidencian un descenso progresivo cuyo nivel más bajo en 2009 fue registrado para el 09 de marzo en la Bolsa de Zurich. En criollo, la trasnacional farmacéutica va “pa´ lo abajo”.

La situación de Glaxo no es muy diferente que digamos. Para el primer trimestre de 2009 perdieron 1,5% en comparación con las ganancias que los expertos proyectaban para el mismo período. Si bien esto no suena muy alarmante, la apreciación del bienestar financiero de la empresa se ve sumamente comprometido al observar una caída vertiginosa en el precio de sus acciones desde mediados de febrero de este año.

Con esta situación desventajosa que muestra un comportamiento a la baja muy similar en ambas compañías, la semana bursátil arrancará con las farmacéuticas convertidas en protagonistas de todos los índices. Ya el viernes pasado, algunas de las grandes cotizadas recogieron importantes subidas, como el gigante suizo Roche o la estadounidense Gilead Sciences, con la que compartió royalties por la comercialización del tamiflú, la vacuna antiviral más popular para combatir el brote de gripe aviar surgido durante 2002.

En definitiva, tenemos a dos multinacionales que requieren una dinamización de su producción para reducir las pérdidas e incrementar las ganancias. Estas empresas, recuérdenlo muy bien, no están conformadas por personas altruistas que sólo buscan extender la salud de manera desinteresada en todo el planeta. El fin último es la ganancia y el lucro a costa de lo que sea. Quizá y dado este escenario, no sea una casualidad el surgimiento de este virus. Los mercadólogos lo saben muy bien “crea una necesidad que sea satisfecha por lo que vendes y tendrás al mercado rendido a tus pies”.

Si en el mundo se provocan conflictos y guerras para vender armas, ¿no es igualmente posible generar brotes de virus y enfermedades para vender medicinas?

Son ellos o nosotros (Agrup. 25 de Marzo)

Se nos pide que creamos que un garca que aumentó su fortuna echando empleados y que está haciendo lo mismo en este momento, se volverá bueno de golpe y trabajará por el bien de los ciudadanos.
Se nos pide que creamos que un triple traidor se volverá leal con sus votantes y que hará como diputado todo lo que no hizo como funcionario, gobernador o diputado.
Que una mujer que es la sucursal ideológica del Cardenal Primado de la Argentina y que es vicejefa de una despiadada experiencia neoliberal, será la garantía de la diversidad, el bienestar y la tolerancia.
Que un niño rico que desgobierna la principal ciudad del país, a la que convirtió en una réplica a escala del país menemista de los noventa, no hará lo mismo con el país entero.
Que una desequilibrada que oye voces y basa su carrera política en denuncias amontonadas sin sustancia ni solución, será una presidenta óptima..
Que es lógico que los empresarios despidan gente “por las dudas”.
Que toda la resaca menemista-duhaldista puede ser la garantía del futuro.
Que un partido anquilosado y muerto, colaboracionista de todas las dictaduras, es el ejemplo de la democracia.
Que creamos que si los patrones agrarios se guardan sus riquezas sin contribuir con el Estado, todos seremos más felices..
Que estemos seguros de que el monopolio desinformativo más grande del país será el garante de la libertad de expresión.
Que el diario vocero de los estancieros y ladero de todas las dictaduras militares de la historia, es el faro de la democracia.
Que los opinadores rentados del estáblishment son observadores independientes.
Que un traidor enquistado en lo alto del poder, cuál topo, desde donde trabaja para derribar al gobierno que integra, es un patriota.
Que setenta mil gorilas de Barrio Norte y Recoleta son el pueblo.
Que insultar, ningunear, desdeñar y difamar es ético, dialoguista y pacífico.
Esperan que creamos que el país se hunde.
Que los planes van a fracasar.
Que el dengue nos va a matar a todos.
Que la inseguridad es absoluta.
Que hay que instaurar la pena de muerte.
Que los chorros nacieron chorros.
Que los pobres lo son por naturaleza o designio de Dios.
Que la democracia es lo que sale en las encuestas telefónicas.
Que la “opinión pública” porteña es el reflejo de todo el país.
Que los viejos golpistas de siempre son demócratas puros.
Que antes que el populismo distribucionista es preferible la dictadura del mercado.
Dos modelos de país se juegan en junio. El modelo actual que puso al país nuevamente de pie después de la postración terminal de 2001 o el modelo menemista que volverá para terminar de destruirlo.
Los campos están bien delimitados, las cartas a la vista.

SERA EL PUEBLO QUIEN DECIDA...

Son Ellos o Nosotros.

¿Qué es ser progresista? Por Andrés Larroque

¿Qué es ser progresista?

Por Andrés Larroque *

Se acercan las elecciones y en la ciudad de Buenos Aires se repiten las mismas melodías que, tras varios comicios, nos han llevado a la situación actual: la derecha en el gobierno, atendida por sus propios dueños.

Vuelven a invocarse las palabras “progresista”, “amplitud”, “centroizquierda”, etcétera. Ahora bien, ¿qué será ser progresista? Se pueden dar muchas definiciones, pero hay un elemento que no debe pasarse por alto. Se trata de un argumento incontrastable: se es progresista –o no se es– siempre frente a un contexto determinado, en función de las acciones que en ese contexto desarrollan tal fuerza política o tal dirigente.

Tristemente, la realidad política de la ciudad no termina de reconocer esta cuestión. Aquí el mote de progresista es algo que viene dado, se es progresista en abstracto. Se es progresista si se tiene un tono de voz mesurado, si las convicciones se defienden hasta el punto de no ofender ningún interés, si –por supuesto– se mantiene la mayor distancia posible de esa “enfermedad” argentina que se llama peronismo. En definitiva, se es progresista si no se hace nada; ni bueno, ni malo.

Los porteños hemos visto claramente el resultado de esta política. Esta concepción fue gobierno en la ciudad durante seis años. Por acción o inacción, por falta de audacia o desinterés hacia los sectores populares, esa concepción terminó causando un notorio desencanto del electorado porteño con la forma de gobierno del progresismo. Los errores de esos seis años fueron los que dejaron el campo abierto para que la derecha ganara en la ciudad. Una derecha que no tiene nada de tímida, ni de mesurada; por el contrario, gobierna de acuerdo con sus intereses y su base social.

En suma, ignorar la responsabilidad del pseudo progresismo en la llegada definitiva del gobierno que hoy padece la ciudad es tapar el sol con un dedo y seguir jugando a las escondidas en un distrito clave por su influencia nacional. Como señalaran la presidenta de la Nación, Cristina Fernández, y el ex presidente Néstor Kirchner, el sentido de las próximas elecciones trasciende la realidad local. Se trata de plebiscitar un modelo en los albores de una crisis internacional de dimensiones aún desconocidas. Este es el contexto en el que se define quién es progresista y quién, en todo caso, es reaccionario, retardatario y antipopular. Este es el contexto en el que los argentinos tenemos que definir si ratificamos el rumbo de un proyecto que comenzó a caminar en 2003 y que, por las profundas transformaciones realizadas en la Argentina, ya nos permite hablar de un modelo.

Haber reconstruido la Argentina; la institucionalidad, la economía, los valores democráticos, la Justicia, la dignidad nacional, la producción y el trabajo como pilares del desarrollo, entre tantos logros, no ha sido gratis. Una derecha new age organizada y construida desde los medios de comunicación, con las mismas concepciones de 1880, se ha puesto como objetivo innegociable terminar lo antes posible con este proyecto, con este modelo. Mientras tanto, los amigos “progresistas” miran el techo y deshojan la margarita de la mezquindad para ocupar media banca más. Quieren recuperar el espacio político que perdieron con los dos últimos gobiernos de la Argentina. ¿Por qué Cristina y Néstor ganaron el espacio que habían perdido los autoproclamados progresistas? Simplemente por el hecho de hacer lo que aquéllos proclamaron en infinidad de ocasiones y nunca realizaron.

Se es progresista si se defiende este modelo. Esta es la discusión que hay que dar con sinceridad, sin mezquindades, ni especulaciones. El juego de la escondida, en la ciudad, ya sabemos cómo termina. Ahora tenemos la oportunidad de comenzar un camino distinto que signifique defender el proyecto político que ha transformado la realidad del país y que abre una opción de futuro. Todo lo otro, lamentablemente, ya lo conocimos.

* Secretario general de La Cámpora.

El uso político de los muertos - José Pablo Feinmann



Contratapa|Domingo, 12 de Abril de 2009
Sobre el uso político de los muertos
Por José Pablo Feinmann

De un muerto se puede decir cualquier cosa. No podrá refutarla. De un muerto se puede hacer cualquier uso. No podrá negarse. De un muerto, cualquiera puede reclamarse heredero. No estará para desautorizarlo. De un muerto se podrá decir que fue malo, que fue bueno, que fue tiránico, que fue arbitrario, que no robó pero dejó robar. No estará para defenderse. Si de los hechos lo que importa son las interpretaciones (según estableció genialmente Nietzsche y siguió Foucault y nosotros, aquí, ya lo sabíamos), de los hechos de la vida de un muerto todos podrán dar infinitas interpretaciones, menos el muerto. El muerto, en suma, está desarmado, está solo, no tiene voz, su opinión no importa porque, sencillamente, no puede emitirla. No puede negar las infamias, ni los inventos, ni los usos desvergonzados que se hacen de él. Si se levantara de la tumba volvería a morirse o mataría a todos los vivos o los vivos (con algún pudor, con algo de honor vigente aunque deshilachado) huirían de él o le pedirían disculpas o morirían de indignidad. Con lo que se transformarían en muertos y pasarían a ser desvergonzadamente utilizados, manipulados como todos los que suelen incurrir en ese hábito tan inconveniente para quienes ceden a él: morirse. De modo que lo mejor es no morirse. Pero, de morirse, conviene morirse en el momento adecuado. Pareciera ser ésta una modalidad radical. Illia se muere en plena campaña del ’83. ¿Qué mejor fortuna para la campaña radical que actualizar la figura del viejito bueno, honorable, que no robó, que no reprimió, que subió con el 22 por ciento de los votos en elecciones fraudulentas, amañadas por oscuros militares antidemocráticos, pero que –suponemos, porque era, sí, una buena persona y un político con pudor democrático que no habría querido seguir la farsa exclusionista del rencoroso Estado Gorila del ’55; suponemos, repito– habría dado elecciones libres, con el peronismo incluido, al final de su mandato? Así, el fantasma de Illia revoloteando por sobre ese peronismo de horrible y cercano pasado (Ezeiza, la Triple A, López Rega, Isabel), con un líder firmante del decreto de “aniquilación de la guerrilla”, con un hombre sin coraje ni convicciones como para decir –como Alfonsín dijo– “no dicten la ley de autoamnistía porque la vamos a derogar”, ese Illia, digo, besa la frente del enérgico, inspirado Alfonsín del ’83 y sólo resta contar los votos para llegar a la felicidad. Dijimos que morirse en el momento adecuado pareciera ser una modalidad radical. Illia se muere para darle el tono ético a los radicales del ’83: “Nosotros no somos ese bandalaje de Ezeiza. Somos un partido de gente bien, herederos de viejitos buenos, que estamos con la vida y no con la rabia”. Ahora –¡a poco tiempo de los comicios!– se muere Alfonsín. ¡Qué bocado para los oportunistas de toda estirpe y condición! Es un regalo del Cielo. La última bendición que ese hombre que vivió para el partido podría darle. Tanto vivió Alfonsín para el partido que durante las jornadas en que la policía de De la Rúa, estado de sitio mediante, perseguía fieramente a los manifestantes de la Plaza de Mayo, molía a palazos a hombres y mujeres, hacía fuego a matar –y, en efecto, mató: hubo cadáveres en esa Plaza–, Alfonsín, desde un ventanal de la Rosada, se agarraba con desesperación la cabeza y exclamaba: “¡Dios mío, esto es el fin del partido!”. Ahora, a ese partido que amó durante toda su vida, le ha hecho el último favor: morirse en época electoral. Y no sólo eso: ¡se murió mientras Cristina estaba de viaje y el inefable Cleto Cobos era Presidente en ejercicio de la República! Cobos –hombre de enormes, ilimitadas ambiciones– habrá proferido: “¡Gracias, Don Raúl! ¡Me la dejó picando!”. Y si no me creen: miren las fotos de Cleto durante la marcha austera del cortejo fúnebre. El no va austero. Está contento, sonríe ganador, saluda hacia los balcones con su mano derecha levantada, o la izquierda. Créanme: Dios está con Cobos. ¡Presidente de la República durante las honras fúnebres a Alfonsín! Dios o el Diablo o el sentido más profundo de la Historia están con Cobos. Sólo hay algo que no está con Cobos. Cobos. Cleto Cobos es el peor escollo que tiene este político hasta hoy afortunado en su carrera inocultable hacia el lugar que ambiciona: la presidencia en 2011. Si no fuera Cobos, con la suerte que tiene y con las limitaciones racionales que exhibe el electorado citadino desde hace ya unos años, era cantado: Presidente en 2011. Pero no: Cleto Cobos tiene limitaciones casi insalvables. No son las partidarias que tenía Alfonsín. (Nota: Uno no puede estar escribiendo todo durante todo el tiempo. Hace casi un mes, antes que se desatara este vendaval santificador, en el N° 71 de los textos sobre filosofía del peronismo que publico en éste, mi diario, como bien dice Osvaldo Bayer, porque lo sentimos y lo sabemos nuestro, hice un amplio, un positivo retrato de Alfonsín. Beto Brandoni y Héctor Olivera, dos alfonsinistas pasionales, podrían dar testimonio de todo le que le dije al Beto en un momento de amargura que tuvo por lo que él sentía como una falta de reconocimiento para con Alfonsín. De modo que no voy a cantar loas aquí, ya que sería, además, un abuso al que todos fuimos sometidos.) Quien, Alfonsín, era capaz de pasarse horas averiguando cómo andaba el partido en Curuzú Cuatiá o en Rafaela o en Venado Tuerto, mientras, él me lo contó, un tipo tan valioso –un prócer ya olvidado de la política argentina– como Carlos Auyero esperaba cruzar unas palabras con él. Alfonsín amaba a su partido. Cleto Cobos no. Cleto no ama nada. Salvo a Cleto y su estrella. Pero tiene, dijimos, limitaciones serias. Cleto Cobos no tiene, por ejemplo, la cara de Hegel. La inteligencia no brilla en ella. Pero es gracioso. A mí, lo confieso, me interesa el hombre. Se habrá acaso observado que no hablo de la llamada “oposición”. Es tanto lo poco que me agrada que hasta me disgusta teclear sus nombres. O que aparezcan en un texto mío. Elijo algunos rodeos si no tengo más remedio que señalarlos: “Esa señora que tiene a Dios de gurú y consulta con él todas sus decisiones”. O “ese alegre muchacho de los ’90 devenido gran estadista en el siglo XXI”. O “esas agro-caceroleras que hablan de la condición prostibularia de la Presidenta porque aseguran haberla visto en los burdeles en que trabajan”. Pero con Cleto no. Cleto me cae simpático. Es tan patético, es tan transparente, tiene una ambición tan desmedida que no puede ocultarla, se le ve todo el tiempo. Por ejemplo: la noche del voto “no positivo” vuelve a Mendoza en auto, no en avión. Porque –luego de haber hecho una magistral actuación acerca de la reflexividad profunda, del sincero desgarramiento que le reclamó su decisión histórica– se fue a recorrer las provincias y a recibir, con los brazos en alto, a lo campeón, las ovaciones de medio país. O durante el sepelio de Alfonsín. Lo que había que hacer era claro. Ese día había que usar al ilustre muerto para la solemnidad de la despedida final. Si despedir a ese tío medio tonto que sólo sabía contar chistes verdes en los almuerzos del domingo requiere –el día de su entierro– cierta dosis de seriedad, de cara pesarosa, de cara que diga: “Qué momento tan triste. Era un tarado pero lo vamos a extrañar. ¿Quién nos va a entretener con esos chistes pelotudos ahora? Hasta los ravioles van a tener otro gusto”, ¿qué cara requerirá despedir al “padre de la democracia” argentina? Había una sola cara para ese día: “Con él muere la democracia. O lo poco que de ella queda luego de estos años de crispación autoritaria”. Ese era el uso señalado por las usinas ideológicas que prepararon el Operativo Alfonsín para la coyuntura: entierro. Cleto no. Cleto es fresco, la vida le gusta, todo le sale bien. Alfonsín se murió para él. Para que él capitalizara todo, estuviera al frente porque así lo dice la ley: Presidente que viaja, se jode. Asume el vice. Y aquí está él, asumiéndolo todo. Y sonríe, y mira hacia lo alto, hacia la gente en los balcones y... ¡saluda con su mano en alto! “¡Bajá la mano, Cleto! –le dice alguien a su lado–. Esto es un entierro. No ganaste la maratón de los barrios. ¡Un poco de cara de orto, por Dios, Cleto!” Inútil: Cleto saluda feliz. No va al cementerio. Todo paso que Cleto da lo lleva directo al 2011.

El uso que se ha hecho de Alfonsín es obsceno. Todos mienten. Los que lo querían de verdad no armaron ningún operativo, lo lloraron y punto. Yo lo quise mucho a Alfonsín. Me alegró su triunfo en 1983. Lo prefería antes que a Luder. Antes que al peronismo, que debía esperar, que no estaba listo. Puede decir Luis Gregorich si no lo llamé la mañana siguiente al 30 de octubre de 1983 para felicitarlo. Puede decirlo Andrés Cascioli, que me invitó a volver a Humor porque yo me había ido y, en efecto, volví para seguir durante seis años. Pero es una ofensa que nos vengan con eso del padre de la democracia. ¿Qué somos, tarados? Señores, antes que Alfonsín estuvo Yrigoyen y la democracia se la ganó con revoluciones que le doblaron la mano al régimen conservador. Y el primer peronismo (pese a su autoritarismo o, en alguna medida, gracias a él) significó una inclusión de los pobres en la esfera de la civilidad, una democracia social que llevó a la clase trabajadora a aumentar en un 33 por ciento su participación en el ingreso nacional. (¡Si eso no es democracia! A los pobres no se los alimenta con las palabras “república” o “instituciones”. Se los alimenta con alimentos, con trabajo, casas de material, educación.) Y la democracia (¡y qué democracia, qué primavera!) yo la conocí con Cámpora, con el discurso de Righi a la policía, el de Vázquez en la OEA, la libertad para leer, para ver todas las películas del mundo, para discutir. Para el protagonismo popular. Para llevar Shakespeare a las villas con Gené, Pepe Soriano, Laplace, Briski. Hasta que vino Perón y se pudrió todo. Y la democracia empieza a regresar cuando las bestias de la dictadura se suicidan en medio de su locura de sangre. Cuando Galtieri dice: “¡Que vengan, les vamos a presentar batalla!”. Y con la multipartidaria. Y con las Madres. Y con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (donde, claro que sí, estuvo Alfonsín). Y con la huelga obrera del 30 de marzo de 1982. Y luego –ya con el gobierno reconquistado– viene el gran momento alfonsinista del 84/85. El Juicio a las Juntas. Lo insultó la Sociedad Rural. Lo acosó (como luego ni por asomo acosó a Menem) el sindicalismo peronista. Y lo tiraron los empresarios con el golpe de mercado y la hiperinflación. Seguiremos hablando de él. Sólo esto: si el mercado es libre, ¿cómo es posible que le haya hecho un golpe a Alfonsín? ¿Acaso alguien lo maneja entonces? ¿Por qué creerán que somos tan tontos? ¿Será por eso que son tan desvergonzados? Los empresarios –el capitalismo concentrado agro-financiero– lo tiró a Alfonsín porque éste no aceptó hacer lo que Menem hizo alegremente durante la negra década del ’90. De todos sus méritos, éste es el que menos se le ha reconocido durante estos días. Porque a Alfonsín lo tiraron los mismos que hoy lo usan para agredir a un gobierno que, en muchas cosas, lo continúa. Alfonsín no fue privatista, buscó siempre no debilitar al Estado, enfrentó a la sed de ganancias de la Sociedad Rural, a la Iglesia y a los magnates de la patria financiera, juzgó a los grandes genocidas y apostó siempre a los derechos humanos. ¿Quién se le parece más, Cristina Fernández o la oposición mediática y cacerolera?

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Comedor Los Pibes - Comunicado de Prensa

Frente a la decisión retrógrada de levantar un muro divisorio entre San Fernando y San Isidro, desde el Comedor Los Pibes, repudiamos esta acción del Intendente Gustavo PoSSe, que intenta dividir a nuestra sociedad, fomentando la violencia entre nuestro pueblo para defender los intereses de un pequeño puñado de privilegiados. Es impensable que 33 familias oligarcas con su “consejo de seguridad” asedien la vida de miles. No les alcanza con bloquear las rutas de la pampa humeda para no repartir la ganancia extraordianaria de sus campos de la Patria Sojera, ahora intentan trasladar esos conflictos a nuestras ciudades, convirtiéndolas en ghetos.

Así funcionan algunos exponentes de la nefasta vieja y nueva corporación política: en nuestra ciudad, el mejor exponente, MauriSSio Macri (con M de Muerte y Miseria) transforma el complejo recreativo y deportivo infantil y espacio de contención para los pibes humildes PUERTO PIBES en Escuela de Policía, Puerto Rati, profundizando la represión contra la situación de injusticia social.

Denunciamos la política que intenta tapar la pobreza, metiéndola debajo de la alfombra. La injusticia y la miseria, verdadera inseguridad en la que aún vivimos millones de compatriotas solo se superará con mayor distribución de la riqueza, construyendo en la realidad una Democracia Justa y Solidaria.

Nos sumamos a todo tipo de repudio y a cualquier acción que los vecinos y las organizaciones del lugar desarrollen para impedir este nuevo intento de violentar la vida cotidiana de los más humildes del opulento norte del Gran Buenos Aires.

Lito Borello, Coordinador Nacional Comedor Los Pibes (15-5451-2139)

La ausencia de grises

El país|Lunes, 6 de Abril de 2009
Opinión
La ausencia de grises
Por Eduardo Aliverti

Alfonsín es una de las figuras más difíciles de totalizar, analíticamente, que haya dado la historia argentina. El periodista, éste, lo afirma en lo general y en lo personal. A cada paso en que se está a punto de defender su trayectoria, algo frena y dice “no, fue un transero que acabó siendo funcional a los intereses de la derecha”. Y a cada paso en que se queda al borde de decir eso, se dice “pero bueno, fue un tipo decente, con muchas limitaciones propias y ajenas, que hizo o supo hacer lo que pudo dentro de las fronteras de este sistema”.

Esa antítesis es, quizá, un correcto punto de partida para evaluar a Alfonsín. O sea: ubicar el lugar desde el que puede juzgárselo. Y hay dos lugares. Uno es el de lo que debió haber hecho visto con una perspectiva marcadamente ideológica, implacable, digamos que de izquierda en la acepción más global pero también más precisa de ese término respecto de su carácter humanístico, solidario, valiente, movilizador. El lugar, vamos, gracias al cual la izquierda es mejor que la derecha. Desde ahí, desde ese sitio legítimo, Alfonsín defeccionó. Se rindió o jugó mal, como se quiera. Pero, en cambio, si lo vemos desde una mirada igualmente válida en cuanto a honestidad intelectual, basada en que no fue ni podía ser más que lo dictaminado por su condición de político burgués, provinciano, alejado de todo contorno de líder revolucionario, puesto en circunstancias muy tironeantes, resulta que hizo más de lo que podía esperarse. Desde ese lugar y desde 1983, Alfonsín y Kirchner, por ponerlo en nombres concretos, representan lo más a la izquierda que comprobablemente se banca esta sociedad sin que eso quiera decir que uno haya sido, y el otro sea, de ese palo. Con la mirada uno, Alfonsín promovió las leyes contra la impunidad cuando, al margen de varas morales, el bando militar ya no tenía poder de imposición. Y por analogía, le regaló a Menem el Pacto de Olivos bajo una excusa de democracia amenazada que sólo existía en su cabeza. Con la mirada dos, en cambio y, también, sólo para ilustrar, se enfrentó a la Iglesia aunque el cuero que le sobró para impulsar la ley de Divorcio no le dio para derrotarla en el Congreso Pedagógico; y afrontó a los milicos con una apuesta a la que, bien o mal, no se le animó ningún país latinoamericano ni del mundo. ¿Una mirada neutraliza a la otra, o pueden valer las dos?

Hace casi veinte años, a pocas horas de haberle entregado el poder a la rata de manera anticipada como producto de la impericia de su partido, del hartazgo popular y del fenomenal “golpe de mercado” que le pegaron todas las fuerzas reaccionarias juntas, este periodista cerró su columna en este diario opinando que se despedía un gobierno considerablemente peor que lo imaginado por el más pesimista de sus críticos, cinco años y pico atrás; y bastante mejor que lo sugerido por ése, su triste final. Hoy, quien firma se copia a sí mismo respecto de aquel razonamiento porque, a su juicio, se contienen en él las parábolas de Alfonsín. Porque en ellas se simboliza mucho de la idiosincrasia y de los avatares de esta sociedad; de su clase media muy en particular; y de una forma más específica todavía en cuanto a cómo se construye la política desde el partidismo tradicional, que ya no existe porque fue reemplazado, para peor, por haraganes varios que saben manejarse en la dictadura televisiva de la producción de sentidos y a partir de ahí hallar la cuadratura del círculo para resolver la inseguridad, bien que no ni la pobreza ni el hambre.

Con Alfonsín se fue alguien que encarnaba al rosquero; a la decencia individual; a la creencia de que por fuera de peronistas y radicales no sirve nada; a la cobardía de dejar pasar la historia por al lado cuando claudicó ante los milicos; al coraje de un costado relativamente épico que le permitió juzgarlos; a la enorme capacidad de diagnosticar y tejer poder para después no saber cómo usarlo; a la pasión militante, que tanto se extraña; al católico que se salteaba algún mandamiento; al que para (intentar) salvar a su fuerza partidaria entregó la/su República en manos del más canalla de los conmilitones; al enorme orador de carisma invicto, con artilugios retóricos que ya están en la historia y con otros que la historia no le perdonará, o no debería perdonarle; al gorila; al desgorilizado; al de los sueños truncos por sus contradicciones ideológicas. Con Alfonsín se fue un tipo que escenificaba algo de lo mejor y de lo peor de nosotros, en los graderíos que cada uno quiera darle a una cosa y a la otra. Por eso, su muerte provocó tristeza o melancolía, más allá de que se las vio concentradas sólo en los sectores medios; y de que el impresionante despliegue comunicacional que las reflejó tuvo un indisimulable tufillo a aprovechamiento político, en el sentido de oponer una imagen de hombre ilustre y dialoguista contra la irritación que despierta el Gobierno actual por su pugna con algunas facciones del establishment. Vaya casualidad, porque resulta que hasta su deceso no se le ocurrió a nadie que él era el hombre que la Argentina necesitaría en este momento. Sin embargo, eso no quita que la congoja fue auténtica. Lo cual es un mérito, más vale. En este país hubo y hay demasiada gente pública que adentro de un cajón despierta clima festivo o indiferencia. Y cabe dudar de que alguien se haya alegrado por la muerte de Alfonsín.

Posdata: firmando solicitadas, robando cámara y micrófonos gracias a la pasividad de comunicadores que les sacaban frases como si fueran monjas de clausura, entrando al Congreso y/o al pie del féretro, se vieron algunas criaturas mediáticas devenidas en profesionales de la política, por cierto que engendradas en el vientre social, que debieron ausentarse si es que se trataba, como dicen, de llorar a un demócrata. Se vio a la dirigencia gauchócrata que se cansó de putearlo en la Rural, se vio a los que lo acostaron en el ’89, se vio a egregios socios comerciales de la dictadura, se vio a unos cuantos de los que supieron caracterizar al alfonsinismo como una patota judeo-comunista, se vio, en síntesis, a muchos de los que militan por instaurar una democracia de sus intereses de clase. Que los correligionarios del muerto los hubiesen echado de ahí habría sido mucho pedir: de hecho, buena parte o una mayoría de ellos participan de coaliciones políticas y sociales que reclaman acabar como sea con un gobierno al que denominan “el régimen”. Pero no es desmedido, en cambio, recriminarles a esos filibusteros que hayan puesto el cuerpo, en lugar de haberse guardado sus lágrimas de caimán. No tenían nada que hacer en ese acompañamiento post mortem, en el que se honraba a un hombre de la democracia. Algunas horas a destiempo: tómenselas de ese velorio. Si acaso era cuestión de proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar la libertad siquiera para el bla bla del Preámbulo, ustedes no tenían nada que hacer ahí, manga de fachos.

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Si entre ellos se pelean

UNION CIVICA RADICAL
MOVIMIENTO DE AFIRMACION YRIGOYENISTA

Criticamos y cuestionamos la postura del presidente de nuestro partido Gerardo Morales y de la diputada Silvana Giudici frente al proyecto de ley de medios de comunicación.
Están colocando a nuestro partido al servicio del lobby de las grandes corporaciones empresarias de medios de comunicación.
No debatir una nueva ley de Radiodifusión, es un ataque y una contradicción con las banderas y tradición histórica del radicalismo que sostuvo en todas sus plataformas electorales desde 1983 a la fecha la necesidad de impulsar una ley de regulación de medios plural y democrática.
No puede negarse que la ley de radiodifusión vigente desde los tiempos de la dictadura militar tiene que adaptarse en forma urgente a la realidad.
El radicalismo no puede quedar entrampado en el lobby de intereses y desperdiciar la oportunidad de que la república tenga una ley de radiodifusión de la democracia.
Renunciar al debate es resignar la posibilidad de lograr la mejor ley de medios de comunicación para la democracia.
Los medios de comunicación se rigen por una norma de facto que ha sido y es ventajosa para algunos intereses hiperconcentrados de la comunicación de masas.

Dr. CESAR E. WEHBE
MAY NACIONAL
PRESIDENTE

“Los antikirchneristas me tienen podrido”.



Apo: “Los antikirchneristas me tienen podrido”.
Nota tomada de http://www.mpliberacion.com.ar

Miércoles 1ro de abril de 2009


El periodista deportivo de Radio Continental fue tildado de "oficialista" por Víctor Hugo Morales y Jorge Lanata cuando defendió al aire el proyecto de Servicios de Comunicación Audiovisual del Gobierno. Alejandro Apo contó a Política&Medios los detalles del entredicho y ratificó que está de acuerdo con la iniciativa porque le va a sacar el monopolio del fútbol al Grupo Clarín.

El episodio se desarrolló el domingo pasado, durante la emisión del programa de Radio Continental "El Gran Domingo". Víctor Hugo Morales charlaba con el director del diario Crítica de la Argentina, Jorge Lanata, sobre un artículo de su autoría (Otelo en la cruzada contra Clarín) publicado en las páginas de ese medios acerca de la nueva Ley de Radiodifusión que presentaría el Gobierno días más tarde.

Lanata planteó que la norma "bien puede empezar a hacer justicia, pero esa justicia no puede hacerse desde el rencor de una tapa o el negocio del fútbol: no puede ser tan miserable el espíritu de ninguna ley".

Sin embargo, Alejandro Apo intervino para opinar sobre la televisación del fútbol monopolizada por Clarín: "Jorge, celebremos que el gobierno le va a cortar el negocio a esta gente". Esto le valió una respuesta con tono de reproche por parte de Morales: "A Alejandro le salió el grito oficialista", dijo.

Apo habló con Política&Medios para relatar los hechos y expresar su opinión sobre la propuesta presentada por la presidenta Cristina Fernández para reemplazar la norma de radiodifusión de la dictadura.

¿Qué fue lo que pasó entre usted, Víctor Hugo y Jorge Lanata al aire de radio Continental?

Fue una charla en la que yo expresé mi opinión. Tanto Jorge Lanata como Víctor Hugo estaban de acuerdo con que la ley era muy buena. El tema es que ellos agregaron un análisis posterior que tenía que ver con la implementación de la ley y lo que haría el Gobierno con ella. Yo no llegue a eso, porque a mí lo que me interesa es que los saquen a estos tipos del fútbol. Con Víctor Hugo siempre discutimos ideas, no compartimos, pero siempre digo lo que pienso. Yo lo único que hice fue pensar, y no le gustó nada a Lanata, y a Víctor Hugo tampoco. Lo que hice al aire fue alegrarme de que le sacaran el negocio que tienen estos tipos con el tema del fútbol, pero después lo que hiciera el Gobierno con esa ley, es otro cantar. Por el momento, me pongo feliz de que intenten sacare el negocio a estos tipos, eso está bárbaro. Después me llamó mucha gente para solidarizarse.

¿Lo llamó algún funcionario?

Me llamaron allegados. Pero esto es lo que va a generar esta ley, le va a sacar poder a esta gente que tiene contratos hasta el 2014, por decir un lapso de tiempo. Esto le quita el monopolio a Clarín, no te olvides que Carlos Ávila y demás le vendieron todo a esa empresa.

¿Se sintió incómodo?

No. Lo que le dije es que (Víctor Hugo) me dejara participar y él me cargó y me dijo que me había agarrado un ataque de oficialismo. Nada que ver. De hecho ni los voté, ahora sí los voy a votar. Yo soy un tipo muy crítico e independiente. La verdad es que soy muy crítico con los Kirchner, pero lo que pasa es que con los antikirchneristas soy muy kirchnerista, pero porque me tienen podrido.

¿Alguien lo presionó después de esto?

No, nadie me dijo nada. Nadie me presionó ni nada y eso que son todos anti oficialistas. La radio nunca me llamó para decirme "qué dijiste a favor del Gobierno". No me dijeron nada.

¿Corre en riesgo su trabajo en radio Continental?

No, de ninguna manera. Y si me rajan, estoy totalmente defendido. Del grupo de Continental, soy el tipo más afín al Gobierno, porque le veo las cosas positivas que no le ve esta gente, que para mí se basa en el odio antes que en el análisis. Por ejemplo, yo a Nelson (Castro) no lo escucho más, porque la rabia que tiene por el matrimonio le impide ser equilibrado. Lo mismo con (Joaquín) Morales Solá. Esto más allá de que el Gobierno genera esta antipatía. Pero no creo que sean los únicos culpables de la inseguridad, los únicos culpables de todo. Si pagan la deuda está mal, si no la pagan está mal; si coparticipan está mal, si no coparticipan está mal; si lo deja a Julio Cobos en el Gobierno está mal, si lo echan está mal, todo está mal.

¿Porque la oposición por la oposición misma?

No sé. Lo único que sé es que generan un odio que nunca vi, y no sé por qué, y me llama la atención. Con el tema del adelantamiento de las elecciones, la oposición dice que es una maniobra porque están debilitados y que su imagen está deteriorada. Si esto es así ¿por qué no le meten los votos y listo? No entiendo eso, parece que lo que le plantea Cristina es un fusilamiento. No entiendo, porque si creen que están acabados públicamente deberían ganarles y listo. Tampoco comprendo por qué tanto rechazo al adelantamiento de las elecciones.

¿Y el rechazo a la nueva ley de Radiodifusión?

Hay que tener en cuenta que con esto se rompe el negocio, la monopolización por ejemplo de los partidos de fútbol. Es muy jodido lo que toca la nueva ley de radiodifusión, son muchos los intereses. Pero sobre la charla que tuvimos al aire, lo que dije ni siquiera fue pro gobierno, lo que expresé es que esto nos sacaría de encima a estos tipos que habían hecho el negocio hace un par de años. Lo que analizaron después, y que a mí me parece desequilibrado, es qué van hacer después con la plata. Pero eso lo veremos después, ahora es otra cosa. Por ejemplo, todos decían que a (Julio) Cobos lo iban a secuestrar, que le iban a secuestrar a la mujer y a los hijos, y otras cosas más. Ahora sigue siendo el titular del Senado, se hace cargo del país cuando Cristina viaja, se junta hablar con los del campo, con toda la oposición; hace lo que quiere y no le hicieron nada. Le digo esto a un opositor de la Casa Rosada y me contesta: "No le hicieron nada porque no les conviene". Me llama mucho la atención el odio que generan.

Desiré Cano

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