Una opinión no Peroncha

Me llegó este texto por mail, de alguien que no es del palo, y mucho menos Kirchnerista.  En virtud del buen trato y de la mirada honesta, me decidí a compartirlo

Son los títulos de hoy…

“De vez en cuando, la vida nos gasta una broma. Y nos despertamos, sin saber qué pasa, chupando un palo sentados sobre una calabaza”.

Joan Manuel Serrat

Cuando por sexta vez –ahora de manera irreversible- la naturaleza le recordó a Néstor Kirchner el concepto de finitud; nació la jornada que será recordada como uno de los momentos más profundos en la historia democrática argentina.

Iba a ser “el día del censo”. Fue el día en que se murió Kirchner, el hombre dueño del poder político y timonel real de la economía del país. El patotero revulsivo, que redoblaba la apuesta en toda confrontación, el totalitario, la pata fuerte del matrimonio presidencial; vamos: era el enemigo político a derrotar en 2011 con los votos.

Le ponía el pecho a las balas, decía. Pero se olvidó que los disparos que realmente podían tumbarlo no apuntaban al pecho desde afuera, sino al revés.

Sé fehacientemente que ayer hubo quienes celebraron la muerte de este hombre. Y no hablo del autor o autores del “¡Viva el colesterol!”, pintarrajeado en Junín casi esquina Viamonte; sino de miopes que festejan el espacio vacío que deja el tipo odiado. Que presagian el advenimiento de un vacío de poder; creen que desde Perón y su ‘entorno’ nada pasó en la Argentina. Parecen no darse cuenta que este paciente que desoía a sus doctores y ayer pagó por sus descuidos, ‘entregó el equipo’ en otros tiempos: de construcción, no de retroceso.

Igual, va a ser duro: el paisaje político que se perfila en lo inmediato va a requerir unidad, inteligencia y un ejercicio adulto de instrucción cívica. Y se hace imprescindible, ya que desde algunos textos “biográficos/de opinión” por lo menos inoportunos (como esa página entera en Clarín, resaltando la fijación de Kirchner con el dinero, su billetera llena de efectivo y su curiosidad recurrente por conocer ganancias de “ricos y famosos”) y a través de análisis apocalípticos que parecían ya redactados desde el hospital de El Calafate; se adivinan carroñeros que siguen sin entender cómo funciona una democracia sana.

El mayor o menor espacio que ocupen esas miserias hablará de nuestra madurez. Una madurez imprescindible para que como oposición política seamos, a la vez, apoyo para que la presidente administre el país hasta que una elección decida su futuro. No debería haber otro escenario posible, si es que aprendimos alguna lección.

¿Los títulos de mañana?... Los títulos de mañana serán los mismos títulos de hoy.

Néstor Rubén Benchaya