La otra presidenta
Por Marcos Aguinis (aunque no lo creas es el mismo que escribió “La Cruz invertida”)
Especial para lanacion.com
Miércoles 8 de diciembre de 2010 | 01:20 (actualizado a las 01:22)
Es una mujer distinta a la que nos acostumbramos a ver los argentinos. De baja estatura y regordeta, no se esmera en cambiar sus modelos de ropa ni en usar gruesos cinturones que le adelgacen la cintura. Cubre su cabeza con un turbante y, por lo tanto, no exhibe una larga cabellera con amplia onda frontal que le cubre la mitad del ojo derecho y obliga a coquetos movimientos de cabeza. No tiene ni tuvo un marido que la apuntalase en política ni haya servido en bandeja el más alto cargo de la nación. Su fuerte no se acantona en la elocuencia, sino en un alto profesionalismo técnico adquirido en Harvard, que le deparó cargos importantes en el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Estuvo presa de verdad y padeció el exilio, también de verdad. Ahora enfrenta dificultades espantosas, porque su país viene en forma directa de una sanguinaria dictadura. Insisto: en forma directa, no de una dictadura que se invoca y muchos ni han conocido porque tuvo lugar varias décadas antes.
La nota termina así:
Ellen Jonson Sirleaf busca colaboradores entre la gente de mayores méritos, no entre quienes le prometen fidelidad. En esto también se diferencia de los hábitos argentinos. Pero la acerca a otra presidenta notable, como fue Bachelet. Su objetivo nuclear es trasmitir al mundo que en su país rige la seguridad jurídica, la libertad de expresión y funcionan a pleno los organismos de control a las tareas del gobierno. Son objetivos notables que se deberían aplicar en muchas otras partes, porque atraen los capitales que abren fuentes de trabajo, borran la desocupación y mejoran la calidad de vida en todo el pueblo.
Y, al leerla, se me ocurre lo siguiente:
Estas notas sirven para dos cosas: La primera: para poner de manifiesto la decadencia intelectual de muchos seres humanos. ¿Será algo propio del paso de los años? Este Marcos Aguinis no parece ser más que un intelectual “residual” de aquel que supo conmovernos con 'La cruz invertida' o con 'Crónica de un palestino'.
Es evidente que bajar de aquellas creaciones, cargadas de reflexiones humanísticas, sociales y;¿ por que no?, políticas, a este panfletito que solo parece buscar desmerecer a la Presidenta, es una muestra de la mas absoluta decadencia.
La otra evidencia que exhibe es mostrar cuáles son las fuentes de todos esos 'cables basura' que forman parte del 'show' Wikileaks.
Este es el tipo de intelectuales que alimentan a la imaginación de algún consejero o diplomático desprevenido que piensan que este es el sentimiento de toda una comunidad.
Pobre señor Aguinis, todos los humanos tenemos apogeo y decadencia en nuestras acciones.
Pero es una pena exhibirla con tan poco pudor..
Gracias Gerardo Abbruzzese
Un par de reflexiones que me surgen de la ardua tarea de leer a Aguinis, que sólo hago porque vos Daniel lo posteaste.
ResponderEliminarMe parece que los gorilas deberían cambiar un poco el tema de las críticas porque a la companera presidenta le critican que se compra ropa, lo mismo que hicieron con nuestra querida Evita. Vamos queridos simios piensen un poco. Segundo Cristina tuvo un marido con el que compartió su vida y sus ideales, pero nadie le sirvió en bandeja nada. Se lo gano con el voto popular por más que le duela a cipayin.
Tercero si no tiene elocuencia a lo mejor es porque fue a Harvard, hubiera ido a la Universidad de la Plata. Además si ocupó cargos importantes en el Banco mundial, ya es motivo suficiente para desconfiarle.
Por último Cipayin Gorilon no debería meterse con los compañeros que fueron apresados ilegalmente por una dictadura que él apoyó, haciendo comentarios sobre quien fue preso de verdad y quien no. Además que le diga a las madres y a las abuelas que la dictadura es un acontecimiento invocado y que varias generaciones no conocieron.
Aguinis, ponete media pila y deja de escribir.
Perdón por la extensión.
Bien vale la extensión. Es un pobre tipo que vive de glorias pasadas, un típico caso de Vargasllosismo endémico.
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