En economía no hay nada misterioso ni inaccesible al entendimiento del hombre de la calle. Si hay un misterio, reside él en el oculto propósito que puede perseguir el economista y que no es otro que la disimulación del interés concreto a que se sirve.
Arturo Jauretche
En el blog http://loshuevosylasideas.blogspot.com.ar nos recomiendan una lectura por demás interesante, de la que transcribo solo la introducción y los invito a bajar en forma gratuita todo el librito ya que merece la pena ser leído. Allí se nos cuenta un poco de que va la cosa de la inflación, como se construyen esos discursos que nos llenan el día aún sin saber de que se trata y un compendio facilito de entender de las teorías monetaristas que nos desvelan.
El libro completo se baja desde aqui, y como lo prometí, la intro para que se entusiasmen. Vale la pena y es un lindo fin de semana para leer.
Introducción
“Este tema no es para mi”, “yo de economía no entiendo nada” pueden ser los primeros pensamientos que surjan al leer el título de este pequeño libro. Pero que le metan subrepticiamente la mano en el bolsillo al aumentarle los precios, es un tema que sí le interesa. Por otro lado, si estamos en gran medida dominados o manejados por la economía, que invade todo, ¿no le resulta curioso que sea tan difícil de entender? ¿No será que, como decía Jauretche, su misterio persigue un propósito
oculto?
Este escrito no está pensando para los economistas ortodoxos que solemos escuchar, ni para los opinólogos. No lo van a leer: ya lo saben todo. O al menos ya aprendieron de memoria las fórmulas y recetas que deben repetir -y a nosotros convencer- para defender a sus empleadores.
Este texto está pensado para gente común y corriente -Ud. yo-, que coincidimos en algo muy importante: no soportamos las injusticias, nos molesta el engaño, queremos vivir en un mundo mejor.
Y ninguno de nosotros se beneficia con la inflación.
Por otro lado, nadie puede dudar que la prédica antiinflacionaria es uno de los principales ejes de las políticas neoliberales en la mayoría de los países del mundo.
Ni que “la inflación” sea uno de los caballitos de batalla de los sectores opositores contra el gobierno kirchnerista, identificándola como uno de sus principales talones de Aquiles.
Lo vemos al intentar ponerla en el centro de la escena cuando se acerca cualquier acto electoral. O cuando el gobierno va a tomar alguna medida que puede afectar intereses corporativos.
Las nuevas generaciones, que no han vivido los grandes procesos inflacionarios e hiperinflacionarios de Argentina, escuchan las voces que agitan el tema de la inflación y la señalan como el gran peligro que destruirá salarios, jubilaciones, economía, como ya ocurrió en otras épocas, aquí o en otros países. Y el actual gobierno, -en el decir de ellos-, la fomenta, no hace nada para remediarla, o directamente la ignora. Por supuesto que quienes sí vivieron aquellas épocas, ven la amenaza inflacionaria con preocupación.
Esto lo saben quienes organizan las campañas publicitarias políticas contra el kirchnerismo y aprovechan que en general no aparecen respuestas contundentes contra la prédica antiinflacionaria, ni en la militancia, ni entre quienes tienen acceso a los medios de comunicación radiales, televisivos y escritos. En todo caso la mejor defensa pasa por señalar que quienes hoy critican el tema de la inflación, -que es baja comparando con otras épocas-, fueron los causantes de los peores episodios inflacionarios vividos. O señalar que estamos mucho mejor que antes y que el poder adquisitivo mejoró y aumentó, tanto en incluir a más personas que reciben un salario o jubilación mínimas, como la existencia comprobable de una mejora del poder adquisitivo y en la generación de puestos de trabajo.
Pero de una buena vez tenemos que poner los puntos en las íes en el tema inflación. No es posible que sigamos comprando las diversas versiones, liberales, neoliberales, keynesianas y monetaristas.
No podemos olvidar que quien denomina, domina1. Seguir entendiendo la inflación como ellos lo quieren, no sólo mantiene un Talón de Aquiles peligroso, sino que nos incapacita para romper el sometimiento y para encontrar alternativas viables también para el tema inflacionario.
En realidad, deberíamos aprender a devolverles como un búmeran el espectro de la inflación a sus verdaderos responsables.
Por otro lado, el tema de la inflación no es simplemente un asunto de la actual coyuntura o un latiguillo en una campaña electoral. Ha sido -y es- un elemento central en la disputa política, económica y sindical, aquí y en todo el mundo.
Quienes tengan más de cuarenta años recordarán las permanentes campañas contra los trabajadores que querían mejorar su salario, acusándolos de promover la inflación con sus reclamos. Y las ocasiones en que vieron congelados sus ingresos por X tiempo, justamente con el argumento de “parar la inflación”. O las veces que se decidieron planes de ajustes en el Estado, despidos en fábricas, amparándose en la necesidad de frenar el alza inflacionaria. O los procesos de endeudamiento del país y la venta de sus riquezas con la misma excusa.
La inflación no es cualquier tema, sin embargo, resulta curioso que poco y nada se avanzó en el cuestionamiento a los discursos que nos machacan e imponen sobre ella.
Probablemente gracias a que sí se ha avanzando en la ruptura de algunos aspectos del discurso hegemónico en temas claves como derechos humanos, no discriminación por la preferencia sexual, ley de medios, entre otros, y gracias al clima de libertad y de promoción del pensar sin miedo, hoy estemos en mejores condiciones de enfrentar uno de los temas claves de la economía y de la política.
“Este tema no es para mi”, “yo de economía no entiendo nada” pueden ser los primeros pensamientos que surjan al leer el título de este pequeño libro. Pero que le metan subrepticiamente la mano en el bolsillo al aumentarle los precios, es un tema que sí le interesa. Por otro lado, si estamos en gran medida dominados o manejados por la economía, que invade todo, ¿no le resulta curioso que sea tan difícil de entender? ¿No será que, como decía Jauretche, su misterio persigue un propósito
oculto?
Este escrito no está pensando para los economistas ortodoxos que solemos escuchar, ni para los opinólogos. No lo van a leer: ya lo saben todo. O al menos ya aprendieron de memoria las fórmulas y recetas que deben repetir -y a nosotros convencer- para defender a sus empleadores.
Este texto está pensado para gente común y corriente -Ud. yo-, que coincidimos en algo muy importante: no soportamos las injusticias, nos molesta el engaño, queremos vivir en un mundo mejor.
Y ninguno de nosotros se beneficia con la inflación.
Por otro lado, nadie puede dudar que la prédica antiinflacionaria es uno de los principales ejes de las políticas neoliberales en la mayoría de los países del mundo.
Ni que “la inflación” sea uno de los caballitos de batalla de los sectores opositores contra el gobierno kirchnerista, identificándola como uno de sus principales talones de Aquiles.
Lo vemos al intentar ponerla en el centro de la escena cuando se acerca cualquier acto electoral. O cuando el gobierno va a tomar alguna medida que puede afectar intereses corporativos.
Las nuevas generaciones, que no han vivido los grandes procesos inflacionarios e hiperinflacionarios de Argentina, escuchan las voces que agitan el tema de la inflación y la señalan como el gran peligro que destruirá salarios, jubilaciones, economía, como ya ocurrió en otras épocas, aquí o en otros países. Y el actual gobierno, -en el decir de ellos-, la fomenta, no hace nada para remediarla, o directamente la ignora. Por supuesto que quienes sí vivieron aquellas épocas, ven la amenaza inflacionaria con preocupación.
Esto lo saben quienes organizan las campañas publicitarias políticas contra el kirchnerismo y aprovechan que en general no aparecen respuestas contundentes contra la prédica antiinflacionaria, ni en la militancia, ni entre quienes tienen acceso a los medios de comunicación radiales, televisivos y escritos. En todo caso la mejor defensa pasa por señalar que quienes hoy critican el tema de la inflación, -que es baja comparando con otras épocas-, fueron los causantes de los peores episodios inflacionarios vividos. O señalar que estamos mucho mejor que antes y que el poder adquisitivo mejoró y aumentó, tanto en incluir a más personas que reciben un salario o jubilación mínimas, como la existencia comprobable de una mejora del poder adquisitivo y en la generación de puestos de trabajo.
Pero de una buena vez tenemos que poner los puntos en las íes en el tema inflación. No es posible que sigamos comprando las diversas versiones, liberales, neoliberales, keynesianas y monetaristas.
No podemos olvidar que quien denomina, domina1. Seguir entendiendo la inflación como ellos lo quieren, no sólo mantiene un Talón de Aquiles peligroso, sino que nos incapacita para romper el sometimiento y para encontrar alternativas viables también para el tema inflacionario.
En realidad, deberíamos aprender a devolverles como un búmeran el espectro de la inflación a sus verdaderos responsables.
Por otro lado, el tema de la inflación no es simplemente un asunto de la actual coyuntura o un latiguillo en una campaña electoral. Ha sido -y es- un elemento central en la disputa política, económica y sindical, aquí y en todo el mundo.
Quienes tengan más de cuarenta años recordarán las permanentes campañas contra los trabajadores que querían mejorar su salario, acusándolos de promover la inflación con sus reclamos. Y las ocasiones en que vieron congelados sus ingresos por X tiempo, justamente con el argumento de “parar la inflación”. O las veces que se decidieron planes de ajustes en el Estado, despidos en fábricas, amparándose en la necesidad de frenar el alza inflacionaria. O los procesos de endeudamiento del país y la venta de sus riquezas con la misma excusa.
La inflación no es cualquier tema, sin embargo, resulta curioso que poco y nada se avanzó en el cuestionamiento a los discursos que nos machacan e imponen sobre ella.
Probablemente gracias a que sí se ha avanzando en la ruptura de algunos aspectos del discurso hegemónico en temas claves como derechos humanos, no discriminación por la preferencia sexual, ley de medios, entre otros, y gracias al clima de libertad y de promoción del pensar sin miedo, hoy estemos en mejores condiciones de enfrentar uno de los temas claves de la economía y de la política.
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