Filosofía barata y zapatos de goma
El cronista que relata el reportaje a José Pablo Feinmann en La Nación del sábado 24, Ricardo Carpena, está por el linchamiento en Plaza de Mayo y nos lo hace saber con esa especie de profesía autocumplida que va por el absurdo de poner sus deseos más morbosos en boca de quien siquiera lo piensa (hasta ese momento), o sea que el exilio, el trituramiento o el odio de Moreno, corren por cuenta y orden de quien lo escribe y creo yo, es como una expresión de deseo.
Pero no seguimos mejor.
Salió a defenderse cual niño estafado en su inocencia.
Acá vamos a ponernos serios, no existe tal inocencia en quien se dice conocedor de las obras de lo K más famosos (Kant, Kierkegaard y Kafka). Feinmann como lo viene demostrando desde hace años es fundamentalmente un propulsor de la imagen de Feinmann. Su ego es tan grande que lo hace perder distancia de algunas cuestiones.
Si yo escribo unos encuentros con Néstor Kirchner, llamo al libro El Flaco, en alusión al pingüino obviamente y me paso la mitad del libro hablando de mi obra, de mis conclusiones sobre Nietzsche o Hegel o de lo lindo que me queda el peinado nuevo, que me hace re-filósofo, entonces de que me quejo?, que pretendo hacerme pasar por el más violado y abandonado si sabía a que me exponía, pero en el balance elegí lo que siempre me da mayores satisfacciones en la vida, que hablen de mi, y yo poder decir lo loco que soy sin que se me mueva un pelo ni me sonroje ni un tantico así.
Este me hace acordar tanto a uno que conocíamos que hacía desfilar amas de casa y las llamaba modelos, que era el paladín de las causas perdidas y ahora se vendió por diez denarios a las corporaciones y a la mierda sus principios y estamos hartos de la dictadura y se pone del lado del más débil. Ese que se pasaba 10 minutos mirando la cámara y algún cómplice amigo detrás, con cara de soy el más poronga y después apareció con un plumero en el orto haciendo de vedette.
Acá la cagamos por completo.
Entiendo que muchos colegas, amigos, allegados y hasta simpatizantes intenten sacarlo de este berenjenal en el que se metió por propia decisión, por conveniencia y sin ningún grado de ingenuidad, pero resulta que ahora, José Pablo Feinmann es replicado en todos los medios por lo que dijo, por lo que no dijo, lo que quiso decir, lo que se desdijo, por lo que piensa pero no dice y fundamentalmente por lo quisiera decir si no existiera la posibilidad de que alguien al final, lo triture o lo linche.
P.D.: Néstor Kirchner se lo dice en el último mail que le enviara a modo de: "metete la filosofía en el orto", si no estás dispuesto a embarrarte, bajate de este tren que no es para vos. Que genio que era el flaco!!
Gracias por responder
Uno. En el Manual del Censo 2010 estaba bien claro: las personas que fallecen después de las 00.00 horas del día 27 de octubre deben ser censadas.
-Para qué sirve -preguntó una docente de rulos en un aula fría de la Escuela Media número Cuatro de Glew. La piba a cargo de la capacitación la miró y señaló con una Bic azul el ítem tres de una lámina: un tipo con una cruz en cada ojo. Con voz suave, le dio un curso for dummies de demografía. -Sigo sin entender -dijo la docente mientras agarraba el último bizcocho del paquete de Don Satur que había comprado su compañera. –Si los muertos no cuentan.
Dos. El miércoles 27 de octubre me tocó censar en Mármol. Una manzana entera, a once cuadras de la estación. A las ocho y monedas toqué el primer timbre. No funcionaba. Aplaudí. Una, dos, tres veces, apretando el lápiz con los dientes. Nada. La racha continuó la primera cuadra. De nueve viviendas cinco estaban deshabitadas. Eran las 9:15. A este ritmo al mediodía lo liquidó, pensé.
Tres. Graciela, que estoy seguro que no se llama Graciela, me atendió en la vereda. Fue la primera que no me hizo pasar a la casa después de catorce viviendas. Nada mal como prueba empírica para refutar la perorata de los sujetos sujetados por los medios.
-Eso no te lo respondo -dijo cuando le pregunté si compartía los gastos con su hijo.
Eso tampoco.
Y eso tampoco.
Cuando terminé el cuestionario, en la chapa de la cabina de gas pegué el calco con la leyenda “Gracias por responder”.
Cuatro. Vista desde afuera la casa parecía un corralón de materiales o un fuerte. El frente de ladrillo a la vista tenía tres metros de altura. En la cima había pedazos de vidrios verdes, transparentes y amarillos, brillando por el sol de media mañana. Quién es, preguntó una voz por el portero eléctrico. Me presenté y se abrió un portón de chapa negra como por pensamiento mágico. Vista desde adentro la casa era Neverland. Había un cuatriciclo, una pileta, un quincho mansión, un pelotero, una avioneta a control remoto, arcos de futbol con red y otros caprichos desparramados por el jardín.
-Buen día les tocó –dijo risueño un cuarentón con barba candado.
-Algo nublado -dije- pero está mejorando.
Me hizo pasar a la cocina-comedor. Me senté en una silla de algarrobo y el tipo fue a la barra donde tenía su notebook. Escuchaba Radio Diez online. Mariana, su mujer, se acercó con un mate espumoso. La yerba era fuerte, como me gusta. Yo preguntaba y el tipo me contestaba dándome la espalda. Cada diez o quince segundos se escuchaba el tu ru ru del MSN. De fondo pesqué la voz del Negro Oro entrevistando a Antonio Cafiero. Tu ru ru. Fue un gran Presidente, dijo Cafiero. Tu ru ru. Y un líder con mucha autoridad, agregó Oro. Tu ru ru. Nadie se esperaba este final, dijo la voz carrasposa de Cafiero. Tu ru ru. Muy joven para morir, dijo Oro. Tu ru ru.
-Quién se murió –pregunté como no queriendo girar la llave.
-Kirchner –dijo el tipo dando media vuelta. Yo apoyé el mate y agarré la goma. – ¿Brindamos? ¿o vas a llorar?
Cinco. En la última casa me esperaba Elisa. Tenía una blusa blanca abrochada hasta el cuello, disimulando las arrugas. Me dejaste para el final nene, me dijo. En la galería con chapa acampanada me convidó con jugo Tang de naranja. Tenía grumos y parecía que había echado todo el sobre en el vaso. La tele estaba prendida. Por la ventana salía la voz de Chávez.
-La vivienda es propia -le pregunté.
-La compré con mi marido. Que en paz descanse –dijo haciéndose la señal de la cruz. –Hace mucho –agregó. Con los créditos que daba Perón.
Se largó a llorar.
Seis. Dentro de unos meses, con suerte, van a estar los resultados del Censo. Se pronostica que en todo el país hay más de cuarenta millones de habitantes. Uno de esos cuarenta millones es Néstor Kirchner. Los muertos también cuentan.
Tomado de el blog http://lamaquiladora.blogspot.com/
La teoría de la masa crítica y del mono número 100
Por Nacho Molina
Soy kirchnerista porque soy responsable;
porque soy padre;
porque la paternidad y la treintena me ablandaron el ego y el narcisismo;
porque los hechos me demostraron que es muy fácil y simplista creer que uno haría las cosas mejor que los que las hacen y me ubicaron mejor en la realidad;
porque dejé de creerme parte de una vanguardia iluminada y pasé a integrar las filas del populismo;
porque en los últimos años la palabra política dejó de ser una mala palabra;
porque con el kirchnerismo se instalaron temas que parecían acabados e imposibles de revivir;
porque las discusiones sobre política dejaron de ser teóricas y utópicas para instalarse en la realidad concreta y cotidiana;
porque con el kirchnerismo volvieron a escucharse palabras como Estado, justicia y distribución no sólo como parte de consignas panfletarias;
porque no me creo tan puro como para no apoyar al gobierno pese a sus evidentes falencias y contradicciones;
por la formidable asignación universal por hijo;
por la notable reducción de los índices de desempleo, pobreza e indigencia;
por la estatización de las jubilaciones;
por los millones de personas que se pudieron jubilar sin haber hecho aportes;
por los aumentos periódicos de jubilaciones y salarios;
por la ley de medios;
por la derogación de la ley de obediencia debida y por la inconstitucionalidad de los indultos;
por el descabezamiento de las Fuerzas Armadas y la policía;
porque el kirchnerismo tiene los enemigos políticos que yo quiero tener;
por el apoyo constante a la producción y el fomento de las pequeñas y medianas empresas;
por la estatización del correo, de las fábricas de aviones y de las transmisiones de fútbol;
por haber puesto a los militares y a la Iglesia en su lugar;
porque hoy no es conocido el nombre del jefe del Ejército;
por el intento de la 125 y los discursos de Cristina en la Plaza de Mayo;
por el espanto de los gorilas de toda clase;
por la reinvidicación de los derechos de los pueblos originarios;
por la ley de bosques;
por la futura ley de entidades financieras, por los discursos de Cristina en general;
por la ley que refuerza los derechos de las empleadas domésticas;
por el principio de no reprimir las protestas sociales;
por el apoyo a las cooperativas de construcción de viviendas;
por autoproclamarse como un gobierno popular;
por la fiesta del bicentenario;
por la ley de medicamentos genéricos;
por haber descolgado el cuadro de Videla y por haber colgado los cuadros de próceres latinoamericanos en la Casa Rosada;
por la amistad con los gobiernos latinoamericanos que impulsan el socialismo del siglo XXI;
por canal 7 y por canal Encuentro;
por la ley de inmigrantes;
por la derogación de la ley de flexibilización laboral;
por el apoyo a las Madres de Plaza de Mayo y por acompañar la búsqueda de hijos de desaparecidos por parte de las Abuelas;
porque muchos periodistas e intelectuales que respeto son kirchneristas y porque muchos periodistas e intelectuales nefastos son furiosos antikirchneristas;
porque ya no vienen cada dos meses los representantes del FMI a dar órdenes a los ministros de Economía;
por no haber cedido a los pedidos de ajuste de la oposición tras perder la elección legislativa;
por el aumento para el presupuesto destinado a la educación;
por la expropiación de la ESMA;
porque imagino que si no se dejara influenciar por su antiperonismo mi papá sería kirchnerista;
por todo lo que falta;
porque sé que estoy muy lejos de vivir en una sociedad ideal pero que lo único que puedo hacer para acercarme a eso es empujar al gobierno criticándolo y corriéndolo pero también reivindicando sus conquistas;
porque si se cae el kirchnerismo no viene un gobierno revolucionario y superador sino uno de derecha y reaccionario;
me siento kirchnerista no porque sea un adulador incondicional de Néstor y de Cristina sino porque sé que sus zonas oscuras y las presuntas mafias que las sostienen no son patrimonio exclusivo de este movimiento sino de toda la sociedad, y nadie tiene por qué sentirse al margen de ella;
soy kirchnerista porque creo que para cruzar el río hacia la orilla más limpia primero hay que embarrarse los pies.
[Nacho Molina nació en Bahía en 1976. Escribió los libros Los estantes vacíos (cuentos, Entropía), Viajemos en subte a China (poemas, Pánico el Pánico) y Tribus urbanas (crónica, Kier). Integra el colectivo artístico El Quinteto de la Muerte, que acaba de sacar por Una Ventana La fiesta de la narrativa. Mantiene el blog Unidad funcional. Es papá de Fausto y vive en Buenos Aires.]
Ley de radiodifusión - Ahora o nunca
Opinión
Ahora o tal vez nunca
Las siguientes líneas versan sobre un tema que a la mayoría de esta sociedad le importa un pito. Aclarémoslo de entrada, porque de lo contrario habría quienes puedan pensar, con todo derecho, que el periodista perdió relación con la realidad. O por lo menos, con la realidad que le interesa a esa mayoría.
Los factores de ese desinterés son diferentes pero concurrentes. Más a muy pocos que a muchos puede ocurrírseles ubicar en un lugar privilegiado de sus inquietudes cotidianas el punto de quiénes manejan la radio y la televisión. Y si acaso es modificable. Es un tema al que pueden dedicarse quienes tienen resuelto con alguna comodidad las urgencias coyunturales. También es cierto que, para que la cuestión pudiese alcanzar algún nivel de atracción popular o clasemediera (sobre todo esto último), se necesitaría que los medios habilitasen su difusión y debate con el mismo encomio que le dedican a los profundos pensamientos de Susana Giménez, a la batalla de egos entre Riquelme y Maradona o a que sus periodistas circunspectos pongan cara de “qué nos pasa a los argentinos”, sólo por ejemplo. Y, sobre llovido mojado, hay una crisis internacional de la hostia, elecciones adelantadas, ruralistas otra vez de paro y en las rutas, rabinos que comparan a Kirchner con Nerón, curas que convocan a la pena de muerte y, en fin, un clima generalizado de expectativas desfavorables. Por tanto, el intento de someter a discusión pública el proyecto de nueva ley de comunicación audiovisual tiene tanto de loable como de destino dudoso, por fuera de algunos ámbitos muy específicos. Los multimedios, y alguno muy en particular, no quieren saber absolutamente nada de debate alguno porque, aun cuando saliesen airosos en los números parlamentarios, el sólo hecho de abrir un cotejo de ideas dejaría desnudos sus intereses corporativos. Algunos obrarán ninguneando y otros, como ya ocurrió esta semana, saldrán con los tapones de punta a decir que se trata de amordazar a la prensa y/o que, en todo caso, el momento de crispación que se vive no es lo más adecuado para discutir qué se hace con la radio y la televisión. Nadie saldrá a decirles que hace 25 años que “no es el momento”, y si sale lo ignorarán. La batalla, entonces, se dirimirá en el Congreso si es que la propuesta aterriza allí, con el enorme riesgo de que tanto legislador sensible a los generosos aportes críticos de los medios independientes termine tumbando la ley. Si en la reyerta por la 125 jugó la especulación de con qué cara volverían a sus ciudades y pueblos en caso de no acompañar al “campo”, imaginemos el frío que les correrá por la espalda de sólo pensar lo que les espera si votan en contra del interés de los emporios mediáticos. En síntesis, se sale con dos o tres goles abajo, desde el vestuario, por la enormidad de una correlación de fuerzas desfavorable, en la que se conjugan el poder de una prensa virtualmente monopólica con la flaquísima percepción social acerca de que los medios de masas son decisivos en la determinación de cómo se vive, de qué se consume, de cómo se piensa, de qué se actúa. Y todo esto, sin contar siquiera como hipotético que el oficialismo, más allá de que la propuesta está muy bien elaborada, no esté dispuesto a que la ley pueda ser usada como prenda de cambio para favores electorales.
Bajo semejante panorama hay dos probabilidades: taparse con la frazada de la cabeza a los pies porque no se advierten chances objetivas de continuar avanzando, o dar la pelea en la seguridad de que merece ser dada, porque los medios son una herramienta estratégica de cualquier construcción política que se precie de tal. El firmante no comparte que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Se lucha y se pierde tranquilamente. Pero es irrebatible que nunca se gana si jamás se lucha, y ésta es una lid que se justifica. Sería espantoso que los kioscos narcisistas de la progresía política e intelectual le sacasen el cuerpo a que, tras un cuarto de siglo, pueda derrotarse a la ley que los milicos y sus amanuenses civiles (es al revés, en realidad) nos dejaron como rémora casi invicta, como no sea por modificaciones que encima sirvieron para profundizar sus negociados de comunicación concentrada. Sería lamentable que la izquierda no comprendiese como tácticamente imprescindible el consolidar un campo de acción mucho mejor que el actual, para desarrollar un crecimiento concreto a través del manejo mediático. Sería imperdonable seguir recluidos en divagues retóricos, a la espera de la revolución proletaria universal, en lugar de aprovechar para ocupar lugares. Sería todo eso porque ratificaría que la vocación de poder se acaba en proyectos personalistas, y en acaparamiento de tribus de centros de estudiantes de la facultad, y en dar conferencias. Sería todo eso porque avalaría que lo progre y lo rebelde no sabría qué hacer con medios de comunicación propios y afines, por falta de capacitación pero, antes, por ausencia de claridad conceptual.
¿Qué carajo puede cuestionársele, con honestidad ideológica, a que dos tercios del espectro de radio y televisión puedan quedar en manos del sector público, de organizaciones sociales, de universidades, de cooperativas, de sindicatos? ¿Cómo se hace para no estar en contra de que un único permisionario tenga en la misma zona de influencia el diario, la radio, el canal abierto, el canal de cable? ¿Cómo hacemos para oponernos a que haya la posibilidad de que el fútbol no sea un gueto pago manejado por una corporación de atorrantes? ¿Qué decimos? ¿Que no hay que hacerle el juego al kirchnerismo? ¿Y qué cazzo nos tiene que importar el kirchnerismo, que al fin y al cabo no es más que una circunstancia de la disputa interburguesa, si quedan favorecidas condiciones objetivas de ocupación de espacios? Pero más que eso, en lógica de carácter transitivo: ¿entonces le hacemos el juego a Clarín, para ejemplificarlo con alguna cabeza de turco emblemática? ¿Eso vamos a hacer? ¿Vamos a detenernos para siempre en que este mismo gobierno es el que le renovó la licencia televisiva a ese grupo, y el que visteó la fusión de sus empresas de cable, y el que se dio cuenta recién ahora –como la rata en su momento– de que sale muy caro lo barato de comprar medios y periodistas como concepto de política comunicacional? Vamos: se puede reparar en eso para no comer vidrio, pero no paralizarse en eso. Porque quedar paralítico ahí es ser funcional a los intereses del sistema.
Siempre Gramsci, después de todo. Con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. La inteligencia da, para volver al comienzo, que esto le importa más bien a nadie. Y la voluntad es la inteligencia de que hay que aprovechar. Aun si se pierde, será mejor que haberse dedicado a masturbaciones de sectas y proyectos individualistas.
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No todos piensan eso
Las personalidades de la cultura hablan de pena de muerte y mano dura
No todos piensan eso
El debate empezó mediático y farandulero, y pareció unánime. Pero está lejos de serlo: artistas, periodistas y creadores contestan las simplificaciones de los Tinelli y las Susanas.
La polémica fue abierta el 27 de febrero, el día en que fue asesinado el florista Gustavo Lanzavecchia, colaborador y amigo personal de la actriz y conductora de TV Susana Giménez. Con los ojos llorosos y a los gritos, la diva se puso el traje que alguna vez lució Juan Carlos Blumberg. “El que mata tiene que morir, no me importa si esto afecta mi imagen”, dijo Susana con voz firme. Fue justamente la imagen, y sobre todo sus palabras, las que recorrieron el país. “Basta de derechos humanos para los delincuentes. ¿No hay derechos humanos para las víctimas?”, bramó la estrella de la TV y pronto la siguieron manifestaciones similares, en boca de Sandro, Cacho Castaña y otras figuras mediáticas. Después vinieron algunas desmentidas y aclaraciones, pero la cuestión quedó instalada y el programa Intrusos en el espectáculo, que conduce Jorge Rial, sin abandonar el chisme barato, se convirtió en un “foro” donde se discutían temas como la seguridad y los cambios que debían hacerse en materia de legislación penal.
Un día después de sus primeras expresiones, durante una visita a la provincia de San Juan, Susana Giménez aclaró que sus palabras “el que mata tiene que morir” habían surgido en un momento en que estaba “re-caliente y dolida” por el asesinato de su amigo. De todos modos, como si fueran los responsables de la violencia, volvió a cargar contra los que defienden los derechos humanos. “Todo el mundo sabe dónde se vende la droga que enloquece a los chicos de las villas, y ahí tendrían que ir los de los derechos humanos a meterse, porque están matando a toda una generación.” Lo dijo como si los organismos de DD.HH. tuvieran poder de policía y como si no existiera la policía.
Los dichos de Susana fueron avalados por muchas personas anónimas, y por algunos famosos, como Roberto Sánchez, el popular Sandro, que primero pareció apoyar a la diva de la tele y luego aclaró, en comunicación telefónica con Telenueve, que entendía el dolor de Susana, pero que él no quiere la pena de muerte. Se quejó, eso sí, porque “no puede ser que los criminales estén sueltos y nosotros tras las rejas”. Después, Cacho Castaña dijo ante los medios que “el violador merece la pena de muerte”. Hasta Guillermo Coppola, el ex manager y ex amigo de Diego Maradona, al sufrir el asesinato de un conocido, su personal trainer Hernán Landolina, tuvo su intervención en el tema.
En ese caso, la que reflotó la pena capital fue la suegra de Landolina: “Nadie está haciendo nada. No podemos salir a la calle. Hay que hacer como dijo Susana Giménez, matarlos”. Más reflexivos, artistas como León Gieco, Susana Rinaldi, Roberto Carnaghi, Soledad Silveyra, Jorge Marrale, Pepe Soriano, Hugo Arana, Alejandro Dolina, Mex Urtizberea y Miguel Cantilo, o periodistas como María Laura Santillán, Nelson Castro, Alejandro Dolina, Adrián Paenza y Guillermo Andino opinaron sobre el tema, consultados por Página/12.
“A la altura del asesino”
- León Gieco (músico): “Tengo la impresión de que ni Susana Giménez ni ninguno de los que han salido a hablar ‘a favor’ de este tipo de castigos sabe qué son. En el fondo, hablan desde el deseo de tomar justicia por mano propia. El inconveniente es que si entrás en el “ojo por ojo”, te ponés a la altura de los asesinos. Y todo esto se produce de cara a un sistema judicial embrollado: hecha la ley, se preparan las trampas. Cómo será de laberíntica la pirámide legal argentina que hace décadas que se intenta castigar a los militares genocidas y todavía están los que se las ingenian para zafar. Toda esta situación genera ansiedad: dejarse llevar por esa locura es convertirse en poco menos que un inquisidor. La respuesta real tiene que venir por el lado de la educación, la salud y el trabajo. Referirse a la pena de muerte con tanta insistencia es un distractor que señala la presencia de dos cosas concretas: mucha pena y mucha muerte. Por otro lado, si le damos tanta manija a esa clase de declaraciones, estamos en problemas. Esta semana, Susana dijo que había que mandar a los chicos a la colimba para que no entren en el paco y no estén en la calle ¡Como si el Ejército fuera una familia, o un centro de atención al adicto!”
“Justicia, no venganza”
- Adrián Paenza (matemático, escritor, periodista): “Como sociedad, intentar a volver a la época del ‘ojo por ojo y diente por diente’ es un paso hacia atrás. Tanto, que cada paso dado es un siglo de retroceso. No me molesta que se discuta el tema; hay que ofrecer el debate si es necesario. Pero creo que necesitamos darnos la Justicia que corresponde. Yo tengo una posición formada en contra de la pena de muerte. El castigo debe ser dado por los carriles de la Justicia y no quitando la vida. Sé que cuando alguien sufre una pérdida de un ser querido o es víctima de un hecho violento, la reacción primaria que surge es la de tomar venganza. Sin embargo, justamente nos diferenciamos de los animales porque somos racionales. El raciocinio es garante de la conservación de la vida social de los seres humanos. Así como hay una marcha de la pena de muerte, yo iniciaría una marcha silenciosa a favor de la Justicia”.
“Hay que ofrecer proyectos”
- Roberto Carnaghi (actor): “Me asaltaron hace quince días, pero no quiero entrar en rencillas ni opinar si Susana Giménez tiene razón o no. Propongo cambiar el eje. Básicamente, considero que no tiene ningún sentido seguir discutiendo sobre la pena de muerte. La inseguridad es un problema que se viene gestando desde hace mucho tiempo y todos somos en alguna medida responsables. No se va a acabar con más policía, ni con más violencia (de paso me pregunto: ¿por qué no se pidió la pena de muerte para los torturadores de la dictadura?). En síntesis: acá hay un problema de pobreza, de educación y de un modelo de país que no terminamos de definir. Mientras no logremos integrar esos ejes sin mediación de las balas, el clima de conflicto seguirá. La vida tiene que ver con un proyecto, y tenemos que ofrecer proyectos a aquellos pibes que no los tienen. De lo contrario, no habrá solución, por más que pongan a un policía por persona”.
“Esto empezó en los ’90”
- Guillermo Andino (periodista): “Habría que empezar reconociendo que los problemas tienen antecedentes. En los ’90, la Argentina cayó en un pozo. Hoy tenemos dos o tres generaciones que no sólo no conocen lo que es trabajar, sino que no saben lo que significa que un padre trabaje. Ahí entra a calar la marginalidad, la idea de que la vida vale poco. En consecuencia, enfrentamos este ambiente tenso. En el contexto en que vivimos, hay que considerar que la mayoría de las personas tiene una primera reacción ante lo que le sucede, y otra que se da cuando pasan unos días y se ha tenido tiempo de pensar mejor. Lo aclaro porque a mí me pusieron un revólver en la cabeza el otro día a la salida del canal, y obviamente me enojé mucho. Entonces hay que considerar esos dos momentos, porque opino que muchos de los que salen a hablar ‘en caliente’, transcurrido un lapso no pueden continuar sosteniendo su opinión con herramientas racionales. Eso sin tener en cuenta que las estadísticas demuestran que ese tipo de medidas extremas no tiene incidencia en las tasas delictuales. Evidentemente, estamos frente a una encrucijada que es real y que no se va a ir porque matemos. La única forma de que un delincuente tome conciencia del mal que hizo es la prisión efectiva que a la vez lo prepare para una nueva oportunidad. Sólo avanzaremos en este punto en la medida en que surjan planes amplios capaces de prolongarse en más allá de los gobiernos de turno”.
“Hay un tufillo político”
- Pepe Soriano (actor): “No quisiera que esto sea considerado una opinión en favor o en contra de lo que se ha andado diciendo en todas partes. No quiero entrar en eso. Aclaro, de todos modos, que he sufrido cuatro asaltos y estoy en contra de la pena de muerte. Por lo demás, todo esto tiene cierto tufillo a malestar político y a modos de discutir en los que primero se descalifica y después se debate. En esas idas y vueltas, el ciudadano común no hace pie, queda aislado entre informaciones contradictorias que no puede digerir. Porque ahora resulta que todos son opinólogos sobre un terreno muy sensible que no se puede analizar superficialmente. En consecuencia, es preciso reflexionar profundamente y elegir a quién se escucha y sobre qué hablar. Respecto de los que han salido a expresarse públicamente, tendríamos que leer la vida de las personas en un sentido amplio, y no a fuerza de exabruptos. Bajemos los decibeles de la crispación, y dediquémonos a usar la cabeza, porque si todos nos perdemos en el griterío es más fácil que nos distraigan de los problemas fundamentales del país” .
“Brote psicótico de viejas gordas”
- Miguel Cantilo (músico): “La pena de muerte es una cosa superada por la civilización. Está confinada a sociedades que sufren un desfase. Lo que está ocurriendo acá es que hay un brote psicótico de viejas gordas. En realidad, si fuera sólo eso no habría mayor inconveniente. Ahora bien: la macana es que los medios se apropian de esos discursos y los usan en la puja electoral. Y las gordas siguen chillando igual o peor, demostrando que aunque estén maquilladas y se hagan cirugías, con la mentalidad no se puede hacer lifting. Así que lo más preocupante no son ellas en sí, sino esta operación que hace la prensa. Yo entiendo a los que sufrieron la pérdida de un pariente, lo que me parece delirante es que se monten sobre eso, que los usen y que encima usen ciertos arranques de bronca de las celebridades y las apuntalen como bandera de movilización. Es penoso que las arengas de una conductora de tele sean utilizadas para llevar adelante una lucha de poder”.
“Es como discutir la esclavitud”
- Alejandro Dolina (escritor, músico, conductor): “No quiero entrar en discusiones viejas, y la de la pena de muerte ciertamente lo es. Tampoco quisiera agredir ni tirar ideas alrededor de un asunto que ha sido examinado con mucha profundidad por individuos más capacitados que yo. Aclarado esto, sólo me atrevo a sugerir que debatir esto es como discutir la esclavitud. Hay –y esto es lo más grave– un resurgimiento de ideologías que parecían superadas, y que persisten en sectores privilegiados. Son personas que están aisladas de la realidad social y se resisten a comprender que hay temas que han sido pensados antes. Exhiben una especie de ingenuidad moral, que los impulsa a expresar lo primero que se les ocurre bajo la forma de un slogan del tipo ‘el que mata tiene que morir’ o ‘la pena de muerte ya la instauraron los ladrones’. Esto coincide con un renacer de las derechas y de formas violentas de concebir la sociedad, que llegan acompañadas por modos curiosamente liberales de entender a la economía: por un lado se reclama libertad para enriquecerse sin límites, y por otro se pide mano dura ante los resultados de una sociedad perturbada. Las grandes desigualdades son saludadas con alegría, hasta que molestan. Es ilógico”.
“Esto ya fue investigado”
- María Laura Santillán (periodista): “Estamos ante uno de esos temas que ya no se discuten en el mundo. Aquellos Estados que aplican la pena capital no tienen menos delitos. No es que lo opine solamente yo: esto ha sido investigado y puede consultarse en la bibliografía específica. Es una cuestión objetiva, y negarla es como querer seguir usando una vacuna que ya se ha comprobado que es inútil. Mejor haríamos en estudiar qué han hecho las sociedades en las que el delito registra mejores índices. No soy socióloga ni psicóloga, pero me parece que con estas premisas, una aproximación racional debería generar conclusiones más o menos claras”.
“Es una postura ante la vida”
- Jorge Marrale (actor): “Hay factores mediáticos que hacen que algunas voces lleguen más rápido que otras. Pero de ninguna manera creo que esas voces representen a la comunidad artística. Con la pena de muerte no hay polémica: se trata de una postura frente a la vida. Uno puede entender las reacciones primarias, pero la verdad es que a la civilización le llevó mucho tiempo terminar con la ley de la selva. Quienes piensan en atacar la consecuencia, los casos policiales, y no hacen foco en el origen, en las causas de esos hechos, confunden el debate. Por supuesto que nos duele el nivel de violencia. Hay que analizar cómo se construyó este país en los últimos 25 años para comprender cómo se llegó a este estado de cosas. La solución no es ‘muerto el perro, muerta la rabia’: tenemos que ponernos a trabajar en acortar la brecha social y económica, en ser mejores personas, para vivir en otras condiciones. Propongo que hablemos menos y hagamos más. No sirve ir a una plaza, o pedir leyes duras, si con eso expiamos culpas y en nuestra vida cotidiana seguimos siendo unos cretinos”.
“Cosas de la clase media”
- Mex Urtizberea (músico, actor, conductor): “Esto de pedir que se aniquilen vidas humanas no tiene que ver con todos los argentinos: es un pedido que parte, básicamente, de la clase media. Es una porción de la sociedad que siempre va a querer proteger a cualquier precio la condición económica que le ha costado tanto conseguir. Y la lectura que hacen hoy coincide con la que hicieron durante la Libertadora y en la última dictadura. Piensan: ‘Es mejor que maten al que pueda sacarme mis cosas’. Esas ‘cosas’ suelen ser objetos, propiedades. Como tienen poder y capacidad de influir en las leyes, frecuentemente logran que sus inquietudes sean atendidas. Pero ¿cómo vas a castigar a un ser humano con algo que no conocés? No sabemos nada sobre la muerte, ¿cómo podríamos usarla como medida para castigar? Es de una ignorancia total. La clase media cambia de bando continuamente, de acuerdo con su conveniencia. Para comprobarlo basta revisar lo que repetían hace ocho o nueve años y lo que sostienen hoy”.
“Lo peor para las minorías”
- Nelson Castro (periodista): “Estoy en contra de la pena de muerte por múltiples motivos. En principio, soy cristiano católico, por lo que estoy comprometido con la vida. En términos políticos, creo que se trata de la antítesis de lo que podríamos esperar de un Estado serio. Y desde un punto de vista práctico, está demostrado que no soluciona nada. Allí donde ha disminuido el delito, es porque se han emprendido acciones en otra dirección. Además, si uno se toma el trabajo de revisar a quiénes condenan a la pena capital en Estados Unidos –por citar un ejemplo–, comprueba que las minorías llevan la peor parte. De acuerdo con los registros, latinos y negros son ejecutados con más frecuencia que los blancos. En definitiva, es urgente adoptar una concepción amplia y diferente respecto de la inseguridad. Nada se soluciona con más cárceles como las que tenemos, ni con agresiones. Lo que pasa es que no hay eje, no hay planes orgánicos ni planteos que se sostengan más allá de las administraciones de turno, con lo cual perdemos la posibilidad de leer la situación en su totalidad. Por lo tanto, existe una gran cantidad de gente que se suma a ciertos discursos simplemente porque no tiene otros marcos de referencia para evaluar lo que pasa. Hay que combatir el delito sabiendo que una vez que tuviste que aplicar la ley es porque llegaste tarde: hubo condiciones para ese ilícito que hay que evaluar, diferenciando el que fue producto de la marginalidad del que tiene que ver con el crimen organizado”.
“Hay que parar la pelota”
- Soledad Silveyra (actriz): “Antes que nada: no soy socióloga, simplemente tengo mi perspectiva como actriz popular. Siento que tendríamos que parar la pelota. Desde el caso del ingeniero Santos que venimos discutiendo si una vida humana es más importante que un pasacasete. Mientras, hay una mayoría que está en contra de estas soluciones violentas. Es llamativo que los planteos más desatinados se promocionen periódicamente, casi siempre en época de elecciones o de cambios. Habría que ponerle la tapa a eso, organizar un intercambio de ideas que nos haga pasar a otra etapa. Hay que volverse menos loco y poner más comprensión. Pensar por qué sucede lo que sucede. Sin desmerecer a nadie, sé que la mayoría de los colegas con los que intercambio opiniones están a favor de esto”.
“¿Y la otra inseguridad?”
- Hugo Arana (actor): “Yo quisiera ver por las calles más marchas por la seguridad del trabajo, por la seguridad del acceso a la salud de millones de personas, también por la seguridad de una educación. Quiero ver a miles en las calles reclamando por la seguridad de los niños que se están muriendo de hambre. De verdad, me encantaría ver esas marchas. Porque ésa es la profunda inseguridad que hoy sufrimos. Por supuesto, esto no anula lo terrible de los últimos hechos que nos conmueven. Es aberrante que a alguien lo vayan a asaltar, que lo maten impunemente. Lo que quiero decir es que con este tema, tal como está planteado hoy, estamos atacando al forúnculo. Y no podemos ver que si hay forúnculo, está denunciando que el organismo tiene problemas. Aparte me parece cruel planificar la muerte de alguien, y que estemos hablando de esa posibilidad. No vengan con que la ‘colonia artística’ defiende la pena de muerte: ‘arte’ es una palabra tan profunda, tan bella, que me niego a adherir al concepto de ‘colonia artística’ en ese sentido”.
“Más violencia no sirve”
- Susana Rinaldi (cantante): “Quienes tienen una formación violenta proclaman la violencia como un recurso válido. Mi generación ha tenido que hacer mucho para convencerse de que los resultados más óptimos se consiguen con la no violencia. Yo sigo apostando a eso. En cuanto a la violencia en el país –y no solamente en el país–, sabemos que es desatada por cuestiones que tienen que ver con lo económico, lo político, lo social; y que determinan condiciones que desatan la inseguridad. En todo caso, invito a hacer el ejercicio de mirarnos a nosotros mismos: ¿cuánto hacemos diariamente, cada uno de nosotros, aparentemente no violentos, para contribuir a la no violencia, o a la ‘seguridad’? Yo lamento que se haya exaltado y sobredimensionado a ciertos personajes de los medios como factótum de opinión. Desde luego, no me siento representada por ellos, aunque unos y otros nos presentemos como artistas. Yo creía que el debate sobre la pena de muerte era algo perimido en la cabeza de la gente que piensa. Y sigo creyendo en una sociedad menos infantil que la que compra este tipo de discursos”.
Producción: Facundo García, Emanuel Respighi y Karina Micheletto.
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La muerte de la noticia
Por Patricia Fortino
Tomado de www.megafon.com.ar
Aunque parezca un titular importante, estamos refiriéndonos a la falta de noticia, la ausencia de información sobre los temas que no son de interés para los medios, razón más que suficiente para que no le importe a nadie.
Para poder tener una aproximación a los hechos, los argentinos, y particularmente los porteños que queremos saber qué pasa, hemos adquirido el hábito de leer diariamente de cuatro a cinco diarios locales, algunos medios regionales, miramos varios noticieros de televisión, escuchamos algún programa periodístico por radio y además hojeamos un par de revistas por semana. En este ritmo acelerado solo podemos entrar algunos privilegiados; aquellos que tenemos acceso a Internet y que además disponemos del tiempo para poder dedicar a esta tarea. Los más, la mayoría, cae en las garras del monopolio informativo y solo recibe aquello que los manipuladores de la noticia consideran necesario difundir.
Hasta acá estamos en el libre juego de la elección política de leer uno u otro medio, con las consecuencias medidas o inconscientes que esa información provoca en nuestro pensamiento y en la formación del pensamiento crítico de una sociedad.
Si la noticia es lo suficientemente importante como para no poder ocultarla detrás de otra menos llamativa pero “políticamente correcta” para los dueños de la palabra, entonces y con las herramientas que la lengua nos provee, nos la contarán con el suficiente maquillaje para que el “mensaje” llegue hasta nuestros cerebros en los tiempos y las formas que convengan al contador de turno.
Hasta acá la libertad de prensa, tan defendida por los patrones de la prensa argentina, está tan intacta que en Francia y EEUU (para citar solo algunos de los países que regulan su radiodifusión) deben envidiarnos a la distancia. Entre otras limitaciones en EEUU se prohíbe la fusión de las cadenas principales de TV: FOX, CBS, NBC Y ABC. En Francia una misma persona no puede controlar un diario si el total de su difusión excede el 30% del territorio nacional.
Si somos tan libres de elegir ¿por qué sentimos que somos cautivos de los grandes medios? La libertad pregonada no me da la posibilidad de elegir. Parece un juego de palabras pero no lo es. Si quiero ver los goles de los partidos del campeonato de fútbol local debo caer en las redes del monopolio.
La “sensación” que dan las noticias es el termómetro que mide la agenda de la política.
Si una estación de servicio es asaltada treinta y tres veces ¿cuál es la noticia? Ninguna, casi es un hábito de los delincuentes pasar por allí y llevarse puesta la caja. Pero sí es noticia para quienes quieren difundir un clima de terror en el pueblo. Un pueblo con miedo es muy frágil, muy vulnerable, muy débil. Si una estación de servicio es asaltada treinta y tres veces allí el problema no es de inseguridad. Desde la tercera vez, debiera haber un patrullero rondando la zona para garantizar la vigilancia que el lugar evidentemente requiere. Pero los dueños de la opinión hoy, tienen puestos sus intereses en la continuidad de los entornos que les dan dividendos. Si creamos clima, fomentamos temores, fogoneamos al Jet Set para que nos den sus calificadas opiniones sobre la pena de muerte, entrevistamos sin escrúpulos a una dolorida tía en el velorio de su sobrino asesinado en un cruce de balas perdidas, ¿cuál es la noticia? Sin ningún lugar a dudas la noticia es la “inseguridad imperante”.
La libertad de elegir debiera poder brindarme a la par, la diversidad de opinión. Los canales de televisión están en debate abierto sobre la rigurosidad en la condena a los delincuentes, y así fue que ayer transmitieron “cuasi” en Cadena Nacional una débil marcha organizada por organizaciones no gubernamentales, con la asistencia de poco más o menos el 10% de lo anunciado mientras se promovía la movida. Allí, donde no se permitía la asistencia de grupos identificados con banderías políticas, sobre el escenario y como únicos oradores se hicieron del micrófono representantes de las religiones católica, judía y musulmana. En esas alocuciones donde se pretendía, según los mismos organizadores del acto, tener una palabra de calidad espiritual para una audiencia dolida por las consecuencias del delito, tuvimos ocasión de escuchar discursos con alto contenido político. “No podemos convivir en paz si hay una situación donde se confunde el orden con represión y justicia con venganza” dijo el Rabino Bergman, y (no sé cómo decir esto sin que se me venga la comunidad judía entera a pegarme) ¿quién es (decidí no poner quién carajo es) el rabino para creer que el pueblo confunde?.
Tanto él como su par de la Iglesia Católica pidiendo mayor rigurosidad (Marcó habló de la Pena de Muerte que debieran instrumentar los jueces) hablaron en un tono de agresión que no concordaba con la seguridad tan pedida.
Los que confunden son los comunicadores porque, volviendo a nuestro tema, un acto menor, con poco poder de convocatoria, donde hubo entredichos entre los organizadores, donde el ex ingeniero Blumberg estaba camuflado entre los presentes (quién supiera ser líder de este tipo de reclamo) donde no se elaboró ni un documento ni un Proyecto de Ley, no era una noticia para movilizar todos los móviles de los medios ni ser tapa de La Nación y Clarín de hoy a la mañana.
La democracia tiene aún muchas deudas. El Proyecto de ley "SERVICIOS DE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL” es una de esas deudas a salvar. Tal vez se vengan tiempos muy difíciles con tapas de diarios tremendistas, ofensivas o instigadoras. Tal vez lo peor aún no lo vimos publicado, pero vale la pena la batalla. Una batalla que debemos darla en todos los frentes, para crear conciencia de la importancia que tiene en la libertad de nuestros pensamientos y en la elección de nuestros criterios. Debemos ponernos a la altura de los debates, dentro del Congreso y fuera de él, comencemos desde ahora. Salvemos a la noticia de su muerte anunciada. Tendremos que estar muy atentos porque los poderosos, esos que hoy manejan los medios, es probable que maniobren o demoren el tratamiento de esta reforma. Sun Tzu (siglo VI a.c., experto militar chino) decía: “dado que lo único valioso en la guerra es la victoria, no prolonguéis las operaciones”.