El matrimonio igualitario es ley en  Argentina. Obvio que  un grupo ganó, y tocará a ellos y ellas festejar y analizar ese triunfo.  Y la  historia y la vida mostrará cuánto afecta a nuestra sociedad la nueva  ley.  
Pero  como miembro de la Iglesia, y más allá de la opinión que  cada uno tenga, creo que la Iglesia Católica  romana (y otras comunidades religiosas) han perdido una batalla. Una  batalla en  la que habían puesto “toda la carne al asador”. ¿Por qué perdió “la  Iglesia” esta batalla? [al  hablar de “Iglesia” en este párrafo me refiero a la jerarquía episcopal,   concretamente]
Brevemente  me parece haber visto diferentes actitudes en  los obispos: no me parece que fuera la misma (aunque todos compartieran  el  rechazo a la ley) la opinión de Casaretto que la de Marino, la de  Arancedo que  la de Aguer. Creo que en el interno de la Iglesia jerárquica, en esto  –seguramente movido en muchos casos por el miedo- ganó la línea más  dura, la que  habló de “guerra”, de “kulturkampf” (lucha de culturas), la que lo  planteó como  una suerte de cruzada. Y esta posición no supo o no quiso argumentar, lo  suyo  era el fundamentalismo bíblico, la tradición, la “naturaleza”.  Argumentos  que pueden servir o debatirse  en terrenos teológicos, para un debate teológico (o no, según el caso),  pero no  era teológica la cuestión que se discutía.
Si  la jerarquía pretendía que su posición tuviera un eco,  que fuera recepcionada ¿por qué no puso a sus mejores “cabezas” a  expresar  argumentos y razones, en lugar de repartir condenas y amenazas? Creo que  gran  parte de la “derrota” de la jerarquía estuvo en sus propias filas, en  haber  elegido la vía de la confrontación y no la del diálogo.
Como  curas, un grupo nos manifestamos formulándonos  preguntas, en la jerarquía parecían abundar certezas. Creo que muy otro  hubiera  sido –no sé la votación, pero sí la sensación de “derrota”- si la  Iglesia hubiera actuado  mostrando otra cara, una cara de respeto, de escucha, de tolerancia. En  algunos  casos, los discursos de los senadores contra la Iglesia, mostraron una  polarización  curiosa. Permítaseme una analogía: en algunos casos, ante la aparición  de  películas que algunos dicen que hieren la sensibilidad eclesiástica,  muchas  veces hay obispos que empiezan verdaderas campañas contra la película  que sólo  logran que la gente que concurre sea mucho mayor; el caso de la mala  película  “el Código Da Vinci” es evidente, una pésima película que seguramente  hubiera  estado una semana en cartel tuvo gran repercusión por la oposición  cerrada de  los obispos. ¿No hubiera pasado algo semejante en el tratamiento de la  ley de  haber habido otra actitud?
En  lo personal no escuché argumentos fuera de lo  estrictamente “eclesiástico” en contra de la ley, no hubo elementos  jurídicos,  sociológicos, psicológicos, culturales, antropológicos, etc… Creo que  la Iglesia  jerárquica sólo gritó más fuerte, ¡y perdió!
Si  se hubiera aprendido de la historia, lejana y  presente, a lo mejor los obispos hubieran elegido otro camino, y/u otros   voceros. Creo que ellos eligieron perder.
Padre Eduardo de la Serna

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