Lo que van a leer ahora es una rara avis, es un artículo de La Nación de hoy, de esos que a uno le gusta leer. Un análisis técnico en base a opiniones con nombre y apellido, de sociólogos, encuestadores, politólogos de distinto signo que refutan y argumentan sus opiniones. Incluso, me he sorprendido de encontrar la contraposición a un argumento en el párrafo siguiente. Un placer. Se los recomiendo
La batalla por el sentido común: ¿Hacia una hegemonía kirchnerista?
El debate atraviesa la discusión política: para algunos, el Gobierno impulsa un intento programáticamente articulado, ya no de imponer su verdad sino de conquistar con ella a la opinión pública, plantándose en la mesa de cada día como el único alimento intelectual que vale la pena. En pleno año electoral, una pregunta clave: ¿podría esa influencia tener efectos sobre las urnas en octubre?
Por Raquel San Martín
Lograr que el punto de vista de un grupo se convierta  en el sentido común de la mayoría ha sido la meta de gobiernos, iglesias  e ideologías de todos los tiempos. En la Argentina, hoy muchas voces se  preguntan si el kirchnerismo ha convertido esta batalla por colonizar  el sentido común de las personas en una política de Estado.
La exaltación de algunos personajes y acontecimientos  de la historia argentina, la narrativa militante sobre los años 70, la  división del mundo en "nosotros" y "ellos", la identificación de  enemigos -el campo, los "medios hegemónicos", algunos empresarios-, la  elevación de Néstor Kirchner al panteón de los héroes , la circulación  de ideas en medios, redes sociales y blogs oficialistas, la ubicua letra  K y hasta la muestra sobre "pensamiento nacional" que acaba de terminar  en el Palais de Glace serían herramientas de una ingeniería política  dedicada a alcanzar una "hegemonía cultural", que alimente los discursos  públicos y las ideas privadas. Y que, más que convencer, busca  instalarse, dicen algunos, en el sentido común, esa lente a través de la  cual vemos el mundo y tomamos decisiones, hecha de creencias colectivas  que incorporamos casi sin advertirlo.
Mientras desde el Gobierno se sostiene que intentar  influir en mentes y emociones es sólo parte natural de la lucha política  para "profundizar el modelo", hay quienes no creen que los intentos  kirchneristas puedan provocar efectos concretos -como en la decisión de  voto- sobre las personas.
¿Hay una hegemonía cultural y política kirchnerista?  ¿Pueden el kirchnerismo y su manera de ver el mundo convertirse en un  sentido común que exceda el convencimiento de campaña o el consenso  sobre una política? ¿Sería capaz esa influencia de tener efectos sobre  las urnas en octubre?
El debate, que por estos días se hace un lugar en la  academia y está presente en distintos espacios de la Web, tuvo un  impulso reciente a partir de una nota de Beatriz Sarlo en La Nacion,  publicada el mes pasado. Allí, la ensayista argumentaba que el candombe  "Nunca menos", que se escuchaba entonces durante las transmisiones de  los partidos de Fútbol para Todos, podía encarnar un intento particular,  y más sofisticado, de dominio social. "Tengo, por primera vez, la  sensación de que así se expresa una hegemonía cultural (?), una trama  donde se entrecruzan política, cultura, costumbres, tradiciones y  estilos", escribió la ensayista, quien encontró que, como todo intento  hegemónico, el candombe kirchnerista "produce identificación".
Al calor de las ideas del politólogo Ernesto Laclau -un  intelectual complejo e influyente en la ciencia política desde hace  décadas, súbitamente llevado al conocimiento de entrecasa por el  kirchernismo-, para el gobierno, perseguir la hegemonía es sinónimo de  gobernar. Leyendo a Laclau y su mirada sobre el populismo, el  kirchnerismo ha revestido el concepto de un sentido positivo: todo poder  busca ser hegemónico, se sostiene, para articular demandas diferentes y  construir una base de apoyo sólido. La noción proviene de una acepción  corriente en el mundo académico, que identifica la hegemonía con la  formulación del pensador italiano Antonio Gramsci, según la cual el  poder hegemónico se impone y mantiene su dominación más por  convencimiento y consenso -influyendo en las ideas y el sentido común-  que por coerción.
Vale hacer la diferencia, porque la hegemonía tiene  también, a veces, una connotación negativa que la identifica con  manipulación, autoritarismo y opresión de voces disidentes. De hecho, ya  en los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner la oposición  empezó a cuestionar lo que consideraba un afán hegemónico desmedido del  entonces presidente, en los que leía un anticipo de desbordes  autoritarios.
Consciente de esas posibles derivaciones del concepto  de hegemonía, el politólogo Guillermo O'Donnell llama a tomar el tema  con prudencia. "De ninguna manera se puede hablar de hegemonía. La  hegemonía implica el pleno dominio de las ideas de los demás. Hay una  fuerte ofensiva del kirchnerismo para tratar de difundir su visión de la  Argentina con una intensidad notable y preocupante, pero eso no es  hegemónico. Es exagerado y peligroso calificarlo así", sostiene.
Y el sociólogo Horacio González también marca  diferencia: "No me parece que hoy en la Argentina se pueda hablar de  hegemonía, que supone algo oscuro. La discusión social hoy es activa y  atraviesa todos los sectores. Todas las corrientes culturales trabajan y  no hay una historia oficial. La lucha por el sentido común es el  sinónimo de la vida política. Es genuino que un gobierno lance temas al  debate en el espacio público", sintetiza el director de la Biblioteca  Nacional.
Por eso la pregunta aquí y ahora no es la que apunta a  una supuesta vocación hegemónica del ejercicio del poder (en el sentido  del autoritarismo), sino más bien esta otra: ¿decidió el kirchnerismo  apostar deliberadamente todas sus fichas a "reformatear" el modo en que  interpretamos la realidad?
"Más que de hegemonía kirchnerista convendría hablar de  una crisis de la cultura hegemónica de los años 90. Está en cuestión la  autonomía de la política democrática frente a los factores de poder que  condicionaron y hasta impusieron rumbos políticos en el país", sostiene  Edgardo Mocca, politólogo, profesor en la carrera de Ciencia Política  de la UBA y director de la revista  Umbrales de América del Sur  . "La disputa hegemónica está en pleno desarrollo y el resultado de octubre será un mojón decisivo", dice.
Precisamente, ese punto -qué potencial de  convencimiento podría tener la estrategia de influir en el sentido  común- también abre un abanico de opiniones divergentes. "El gobierno  tiene una vocación hegemónica, le gustaría un grado de control del  Estado y de la prensa, y más influencia en las formas de pensar de  sectores de la sociedad", apunta el sociólogo y analista político Manuel  Mora y Araujo. "Pero no creo que lo estén concretando porque hay  diversidad de formas de expresión, medios y productos culturales",  subraya.
También el historiador y sociólogo Marcos Novaro cree  que la hegemonía cultural kirchnerista tiene pocas posibilidades de  arraigo en las creencias de los argentinos. "Podría instalarse si el  gobierno tuviera el mismo enfoque integrador de sus primeros tiempos. El  kirchnerismo llegó al poder muy atento a demandas de distintas  tradiciones, pero eso terminó siendo muy poco efectivo para reinventar  el peronismo o para hacer una gran coalición justicialista y  progresista, porque era un proyecto de absorción, que pretendía  fagocitar tradiciones en vez de articularlas", dice. "A partir de allí,  el proyecto cultural se empobreció. Se quedó con lo propio de la  infancia del kirchnerismo: un pensamiento nacional populista. Hay un  desajuste entre lo que creen que les da éxito y lo que en realidad les  da éxito, lo que limita las posibilidades de incidir en el sentido común  y explica el tono autocelebratorio y dirigido al público ya  convencido", describe. Novaro es uno de los organizadores del seminario  que el martes 26 de este mes reunirá en el Centro de Investigaciones  Políticas a sociólogos y analistas políticos y de la cultura para  discutir si existe una hegemonía kirchnerista.
Otros analistas creen que la influencia kirchnerista en  las creencias sobre el mundo es efectiva y más profunda de lo que puede  medir una encuesta de intención de voto.
"No creo que haya hegemonía cultural, pero sí una  mayoría ideológicamente más consolidada que hace cinco años. Además de  la recuperación económica y del impacto de ciertas políticas públicas,  como la Asignación Universal por Hijo, hay un nivel de satisfacción  simbólica que está solidificando el apoyo al Gobierno", opina el  analista político y consultor Carlos Fara.
Tiene frente a sí los resultados de una medición que  realizó su consultora, en diciembre y marzo pasados, del nivel de  acuerdo de la población porteña y del GBA con 11 enunciados del "relato"  oficialista. En ellos, el 70% cree que "la política de Derechos Humanos  es fundamental para esclarecer los crímenes de los 70"; el 60% piensa  que "ahora, en la Argentina hay más industrias que en los 90"; para un  porcentaje igual, "los medios actúan como partidos políticos", y para el  56%, "ahora hay un gobierno que se ocupa de los que menos tienen". Lo  notable, lee Fara, es que los porcentajes de adhesión en casi todos los  enunciados son altos también en quienes se dicen votantes de la  oposición. Por ejemplo, el 55% de los votantes de Carrió y el 46% de los  de Macri afirman que los medios actúan como partidos políticos.
"Con la multiplicación de grupos oficialistas, y  también en las redes sociales, la gente empezó a manifestar abiertamente  la adhesión al Gobierno. Hoy, entre el 27 y 29% de la población de  Capital y GBA dice mirar sistemáticamente "6,7,8". Creo que mucha gente  dice que lo ve porque adhiere a esa lógica de debate", afirma Fara.
El apoyo simbólico no sólo se alimenta de la  identificación con ciertas premisas ideológicas, sino que tiene bases  bien materiales. "Hoy hay un consenso que se manifiesta en el acuerdo  con ciertas afirmaciones y que es tanto un fenómeno cultural como un  efecto de la posibilidad de consumo", apunta Eduardo Fidanza, sociólogo y  director de Poliarquía Consultores. "El kirchnerismo ha construido un  relato estigmatizante de la economía privada y contra los medios. Desde  su posición concentrada, tiene la pretensión de representar los  intereses del Estado y entonces los de toda la sociedad", dice.
Reconquistar a la opinión pública¿Qué  diferencia al relato kirchnerista del que pudieron haber tenido otros  gobiernos desde 1983? Según explican los analistas, tanto el relato  alfonsinista como el que construyó el menemismo fueron influyentes en el  inicio de sus presidencias, pero se fueron desdibujando junto con sus  gobiernos. "Lo llamativo del kirchnerismo es que su relato se solidificó  entre 5 y 6 años después de que el proyecto empezara", dice Fara. "Es  el primer gobierno desde 1983 que se recupera de la caída en la opinión  pública".
Lo ha hecho varias veces, en rigor. Primero, al  remontar la baja popularidad con la que llegó al poder, en 2003. Luego,  después de la crisis del campo, en 2008, que apareció como un punto de  inflexión, en el cual el kirchnerismo sintió la necesidad imperiosa de  salir a convencer, identificar adversarios y amigos, y completar el  liderazgo de Néstor y Cristina con la multiplicación de "evangelistas  del relato", como dice Fara, que hoy pueblan las redes sociales,  organizan actos y ocupan cargos públicos.
"La crisis del campo los desorientó y les dio una  actitud defensiva, paranoica y cerrada. El kirchnerismo involucionó: la  incapacidad de dialogar y articular consensos es un karma que llevan",  analiza Novaro. Un ejemplo estaría, dice, en la política de Derechos  Humanos, utilizada por el gobierno más para diferenciarse que para crear  una bandera colectiva. "Al decir 'los Derechos Humanos son nuestros'  aprovechan la legitimidad del tema para pelearse con otros", afirma  Novaro.
La última reconquista de la opinión pública se encaró  después de la derrota electoral de 2009, y fue sorpresivamente impulsada  por la muerte de Néstor Kirchner. Para quienes están cerca del  oficialismo, el repunte se explica también por factores externos al  país. "La recuperación de apoyos que hoy se manifiesta es inseparable de  una disputa cultural con los principales medios de comunicación del  país y con la puesta en circulación de una narrativa alternativa que  tuvo un punto de inflexión en la celebración del Bicentenario", apunta  Mocca. "Se ha puesto en marcha una amplia coalición sociopolítica que  incluye a trabajadores, sectores del empresariado nacional, de la  cultura y la intelectualidad que sostiene un proyecto que está en  sintonía con procesos análogos en la región. La lucha por la hegemonía  político-cultural en nuestro país está conectada con una disputa de esta  misma índole en todo el mundo", afirma.
Novaro disiente. "El kirchnerismo entiende mal su  propio éxito. Es porque la gente olvidó a Néstor Kirchner que Cristina  tiene popularidad. Eso, y la posibilidad del consumo. Son elementos  coyunturales. Podrán seguir gobernando pero no formar sentido común",  dice.
Como saben bien los profesionales de las encuestas, que  la gente exprese opiniones favorables por una figura política no quiere  decir que le dedique un apoyo militante o que termine poniendo en la  urna una boleta con su nombre.
"Ni Néstor tuvo ni Cristina tiene la hegemonía del  voto. En ninguna elección superaron el 50%. Ahora, la estrategia de  Cristina para tener votos es sumar por todos lados más que convencer a  la gente de principios ideológicos. Puede tener votos en octubre, pero  no porque haya persuadido a la gente de que cambie su manera de pensar",  afirma Mora y Araujo.
En este marco, un asesor de los precandidatos  opositores podría sugerirles que empiecen a construir su propio discurso  sobre el mundo. "Hoy hay un solo relato. Lo que hace la oposición es  comentar el relato del gobierno, pero no tiene un relato propio. Es  difícil convertirse en protagonista cuando lo único que se tiene para  decir es 'no' al relato del otro", advierte Fara. Para todos, el riesgo  es olvidar que, como también señaló Sarlo, una hegemonía cultural está  hecha de creencias, pero necesita raíces en la vida concreta.
© LA NACION
 

 
 
Excelente hallazgo. Para que no nos durmamos en lo analfabeto de Macri. La derecha tiene lo suyo. Tendrías que colgar el avance de Página de hoy sobre la reunión de think tanks de la derecha con el vargas llosa a la cabeza y macri en la cola. MIlitancio R.
ResponderEliminarPrometo hacer un doisier para mañana con eso.
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