DEMASDEMASIADO PROGRE PARAm MACRI

“Así como la monarquía terminó con el feudalismo y la república terminó con la monarquía, la democracia popular terminará con la democracia liberal burguesa y sus distintas evoluciones democráticas de que hacen uso las plutocracias dominantes”
Juan Domingo Perón

"EL PERONISMO NO SE APRENDE NI SE PROCLAMA, SE COMPRENDE Y SE SIENTE"
EVITA


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El justo a la juticia

El Juez Baltazar garzón queda a la espera de la resolución que tome la justicia española, mientras que el proceso que culminó ayer y en el que se le imputa el delito de “prevaricación” por haber iniciado una investigación por los crímenes ocurridos durante la Guerra Civil y la dictadura de Francisco Franco, parecen ser la historia oficial de una España que se niega a ver lo que tiene frente a sus ojos.

Su error: haber querido investigar la suerte de más de 114 mil desaparecidos durante el franquismo pese a una ley de Amnistía de 1977. 

Se ve que estas fotos que verán en la presentación de abajo fueron tomadas en otro mundo y espacio.
La derecha tiene esos lapsus de desmemoria que los convierte casi en pusilánimes de pago y/o idiotas útiles.

Menem y los indignados con los indignados:

Hay algo curioso que sucede entre España y Argentina. Nos parecemos bastante. Algo que se pone de manifiesto particularmente en los momentos de crisis, ya sea por las alternativas que se plantean para afrontarlas como por la forma en que buena parte de ambas sociedades buscan disimularlas, poner lo que huele mal abajo de la alfombra.
Pero hay más. Yo diría que hasta nos parecemos en los comportamientos que a menudo adoptan ambas clases medias, y en el conformismo que tienen para entregarse mansamente a los monopolios mediáticos para sentirse parte de la cosmovisión que ellos construyen. 
Digo esto porque, está bien, es cierto que el electorado argentino expresó su independencia al votar en las PASO sin hacer caso a las cuentas que hacía Bonelli "si tenemos un rating del 50% eso equivale al 50% en las elecciones". La ecuación no les dio. Pero después de tantos pasos en falso de la corporación mediática, tantas mentiras comprobadas, tantos intentos desestabilizadores, hasta el insólito boicot a un censo, uno se pregunta ¿por qué siguen siendo Clarín y La Nación los diarios más vendidos por escándalo? ¿y por qué está TN puesto en todos lados? Ni que hablar de Radio 10 y Mitre. Indudablemente reflejarán lo que un amplio espectro espera ver.
Estas preguntas me surgían cuando leía El País de España. Sucede algo parecido en cuanto a la cantidad de ejemplares, con la diferencia que allí no hay un equivalente a Página 12. Los demás diarios están a la derecha.
Pero El País es un buen indicador para seguir el humor de la clase media española (o la parte de ella que se cree "progre"). Y allí empiezo a ver las coincidencias con nuestras miserias.
Los indignados fueron un movimiento simpático cuando se parecía al "que se vayan todos" y la gente se movilizaba sin otra idea que la de expresar descontento por ajustes, recortes, etc.
El problema para los medios empezó a ser cuando de esos indignados surgen ideas. Y surje de sus protestas una puesta en cuestión del status quo que va más allá de la situación coyuntural actual. Quiero decir, de los indignados, o de una parte de ellos, surgió un cuestionamiento que traspasó lo tolerable que fue al fondo de la cuestión, cuando puso sobre el tapete cuán democrática ha sido la transición después del franquismo que generó una democracia bipartidista con rasgos poco democráticos? O bien, ¿aquellos pro hombres que condujeron el país después de Franco y gestaron esta democracia con funcionarios franquistas y socialistas que les garantizaron eterna impunidad (devenidos en PP y PSOE) y desde hace más 2 décadas ocupan todos los espacios políticos, son incuestionables?  ¿No había otra forma de salir de una dictadura?
Las preguntas retumban y me hacen acordar al pacto de Alfonsín con Rico y las argumentaciones de Alfonsín diciendo que a Rico "lo quería adentro del sistema y no afuera".
El País se siente muy cómoda con el bipartidismo PP-PSOE, y reivindica aquella transición y la salida democrática. Atrás hay un pasado que aterra mirar y complicidades interminables que Baltazar Garzón apenas si pudo empezar a ver. 
La gente común, la clase media española fue formateada por los medio por estos último 30 años de tal manera que uno puede tener un diálogo con una persona medianamente formada y recibir el siguiente comentario: "pobres ustedes los latinoamericanos, cuántas dictaduras han tenido que sufrir". Cuando uno responde "¿y ustedes?", el español se sorprende y sólo admite que en España hubo una guerra y allí se acabó todo. Increíble pero real, no asumen que tuvieron una dictadura de 40 años (para ser justos algunos sí pero ha de ser los menos, yo me refiero a un esteretipo de clase media que no quiere problemas con el pasado). Hace poco la Real Academia de Historia publicó un Diccionario Biográfico presentado como "la" Historia de España y allí la voz de Franco ocupa gran espacio y en ningún momento dice que fuera un dictador. En todo caso vino después de una guerra a poner orden.
La transición y Felipe González acordaron un pequeño espacio para la alternancia socialista con los herederos de un régimen totalitario. De allí derivó el bipartidismo PP-PSOE.
Cuando la protesta de los indignados va a fondo se pregunta si esa puede en verdad considerarse una salida democrática, para qué tener un rey, por qué no investigar las fosas comunes y los más de 150.000 asesinados por Franco.
Y allí aparece El País protegiendo esa transición, el Pacto de la Moncloa, la democracia después de Franco, la honorabilidad de socialistas y PP. Y aparece la indignación con los indignados. Se indignan con los que expresan su indignación por asomar a la política cuestionándose el relato de la historia reciente que les metieron en la cabeza. Es una nueva generación, son jóvenes que después de mucho tiempo plantean inquietudes con la historia y la política. Aquí hay una relación con Argentina (aunque la explosión que generó el kirchnerismo fue mucho mayor, claro está). Pero lo notable y este es otro punto de contacto, es la relación de los medios, especialmente con El País, trantando como imberbes a los jóvenes que se interesan por la política y la historia (algo parecido a "las juventudes hitlerianas" que Grondona en las movilizaciones kirchneristas).
Pero hay más. Esa clase media española tiene un dejo de familia venida a menos que quiere conservar su estatus. Entonces nada le podrá sacar de la cabeza que los pobres latinoamericanos van de mal en peor. Para esos lectores están las columnas de Vargas Llosa, o también las amplias páginas dedicadas a terribles tragedias en Argentina (el caso Candela -ocupó mucho mas espacio que una marcha de unos 30.000 indignados-, o el choque del tren con el colectivo). Aunque además, aparecen las páginas de política: por ejemplo ayer una página entera fue dedicada al sobreseimiento de Menem por la justicia argentina. Tras describirlo como un personaje siniestro y el más corrupto que haya conocido la historia de nuestro país, su libertad es noticia debido a que El País le adjundica a esa hecho a una trama turbia de relaciones de Menem con el kircherismo.   

Después de todo, para El País estamos en latinoamérica, donde todos los presidentes van de mal en peor, y somos los que sufrimos las dictaduras.....

Desde España Gustavo.  Gracias 

Cuando muere un hijo de puta

Por Dante López Foresi 
 
- En varias redacciones ya se encuentran confeccionadas las notas necrológicas de varias personalidades aún vivas de nuestro país. Los jefes de redacción solo esperan la muerte de cada quién para dar la orden de publicación "con el dolor por la pérdida irreparable" de cada caso. Esto es así, porque en el imaginario argentino no es novedad que la muerte santifica y exculpa hasta a las almas más siniestras. La única distinción terrenal periodística entre buenos y malos se limita a la extensión de la necrológica: cuanto mejor persona fue en vida, más extensa es la nota, y viceversa. El único castigo que merecen los hijos de puta es ser relegados a un simple recuadro recordatorio o al último titular en importancia del día de su muerte. Jamás la condena verbal y escrita. Quizás sea así porque la muerte ajena siempre nos remite a nuestra inexorable muerte futura. Hasta resulta difícil conjuga r tiempos verbales cuando nos referimos al único fenómeno humano inmodificable. únicamente en comentarios domésticos se suele escuchar: "que paradoja...murió una buena persona y hay tanto hijo de puta caminando por la calle...". Y es tomado con toda naturalidad que los turros mueran en una cama, sin dolor, de viejos y sin castigo. Aún nos conformamos con la idea del "castigo divino", y en él depositamos nuestra propia responsabilidad de señalar con el dedo y la palabra. Es que la muerte no deja de ser un episodio tan natural como el nacimiento. Creemos que nacemos buenos y nos intoxicamos con el paso de los años. Pero no evaluamos que intoxicarse es una decisión humana. Los valores y principios suelen ser nuestro antídoto contra la toxicidad de la vida. Nos permiten no alejarnos demasiado de esa supuesta pureza que tuvimos al nacer. Y valores y principios es -justamente- lo que no existe en el mundo de los hijos de puta. Es medianamente sencillo entender por qué suponemos que nacemos puros, pero...¿alguien puede afirmar desde su corazón que la muerte nos devuelve a todos ese perfil casi inmaculado que tuvimos tras nuestro primer llanto?. Todo parece indicar que nos resultará muy complicado llegar a la madurez suficiente como para poder leer en grandes titulares la leyenda..MURIÓ UN HIJO DE PUTA.

En primer lugar porque que hay conceptos y creaciones lingüísticas insustituibles, como ya lo dijeron Gabriel García Márquez y el negro Roberto Fontanarrosa en el último Congreso Internacional de la Lengua. El concepto "hijo de puta" no posee en nuestro idioma otros que lo reemplacen. Y no es un insulto a las madres, como suelen afirmar los minusválidos intelectuales. Es toda una definición de un estilo y una filosofía de vida deliberadamente elegida. Si bien algunos creen que "mala persona" es un concepto alternativo. Pero no. "Mala persona" es un concepto cargado de subjetividad y creado desde la opinión de las víctimas ocasionales. En cambio, un hijo de puta es una mala persona indiscutible, y es una definición ecuánime. No es simplemente alguien que se comporta como mala persona. Ser mala persona es una parte ínfima de su elegido estilo de relacionarse con los demás y de considerar al mundo de los afectos. La diferencia es visible: cualquiera puede ser considerado como mala persona por actitudes juzgadas por terceros. Pero en estos casos existe la posibilidad de error y reparación. Un hijo de puta no desea jamás la reparación, pues ser hijo de puta es su esencia. Una supuesta mala persona puede llegar a considerar la posibilidad de curarse luego de leer a Almafuerte. Pero un hijo de puta ni siquiera evalúa esa posibilidad. Ha elegido serlo hasta su muerte. Y repito esta idea: "ha elegido" ser un hijo de puta. Es su responsabilidad. Muchos de ellos hasta sienten placer y una sensación de "poder" al ser señalados como tales. Se jactan de su "hijoputez".

Podría caer en la simplificación de suponer que hijo de puta se nace. Sin embargo opto por seguir respetando aquella esperanzadora creación cultural de los bebés incorruptos. De este modo, hijo de puta deja de ser un adjetivo calificativo (o descalificativo) sino toda una definición humana. Y en esta alquimia que es vivir, el mundo se divide a menudo entre buena gente por un lado, e hijos de puta por el otro. Nótese que deliberadamente evito escribir eufemismos tales como "hijo de p..." o "hdp", por considerarlos prejuicios cobardes idiomáticos. El idioma es por definición una serie de símbolos que las sociedades nos ponemos de acuerdo en utilizar para definir cosas, personas, actos, etc. Y creo que todos estamos de acuerdo, aunque en privado tengamos reparos en mencionar ciertas palabras, en qué significa exactamente un hijo de puta. Cuando George Bush (pido perdón por utilizar por primera vez una palabrota en este artículo) define al supuesto "eje del mal" intenta precisamente calmar a la especie señalándole donde están los buenos y donde los hijos de puta. Sin embargo, todos sabemos que en ambos extremos del supuesto eje hay hijos de puta asociados. Bush solo intentó distraer la atención denunciando primero, como si la primicia en nuestra cultura también santificara. Como la muerte.

Sin embargo, usted y yo sabemos distinguir nítidamente. Habiendo frente a nosotros tantos ejemplos cotidianos de buena gente que vive para hacer el bien desinteresadamente y por el solo placer de hacerlo, me parece un deber señalar inequívocamente a los hijos de puta. Sin eufemismos. Porque no consideraríamos al blanco como claro, si no lo comparásemos con la oscuridad de negro. Y precisamente para resaltar la claridad del puro, debemos previamente mostrar "claramente" su opuesto. Cuando murió Augusto Pinochet, a modo de ejemplo, consideré un sacrilegio para con las almas nobles leer varios titulares que decían "murió el ex dictador" y hasta algunos que osaron informar que "murió el ex presidente de Chile". No señor. Me resisto a que la noticia sea publicada de otro modo que diciendo: "murió un hijo de puta". Y vuelvo a la comparación con su concepto más parecido. Una mala persona solo provoca dolor entre sus cercanos. Pero solamente un hijo de puta lo hace deliberadamente y midiendo perfectamente las consecuencias. No significa esto que solamente quienes cometen genocidios pueden ser definidos como hijos de puta. Cada uno de nosotros tiene a la vista sus hijos de puta privados. Y nos enorgullece ser sus víctimas, y jamás sus aliados. Eso nos diferencia y distingue.

Esta serie de reflexiones solo intenta extirparnos del alma ese sentimiento impuesto por la tradición judeo-cristiana: la culpa. Y sentimos culpa cuando sobreviene el alivio tras la muerte de un hijo de puta. Que desconozcamos la muerte, que todo lo desconocido nos atemorice, que nos aterrorice su sola idea, que tengamos como única certeza humana que la muerte nos alcanzará algún día y que nos consideremos buenas personas por no desear íntimamente la muerte de nadie no debe detenernos a la hora de expresar nuestras reacciones ante la muerte de alguien que es el único responsable de ser considerado un hijo de puta. Lo que sentimos es genuino, por más censuras que nos impongan los dogmas y la tradición. Y no debemos hacerlo únicamente para evitar psicoanalistas que nos ayuden a liberar nuestros sentimientos reprimidos. Tenemos la obligación de marcar la diferencia entre muertos en honor a tanta buena gente cercana o no, que se nos aleja diariamente. No es justo impartir el mismo trato generoso a dos almas, si una es noble y la otra decidió no serlo. La muerte no nos iguala. La muerte termina con nosotros, que es otra cosa.

La vida, Dios, los mandatos y los titulares de los diarios no tienen derecho de actuar tan injustamente al pretender que el natural hecho de la última exhalación provoque automáticamente el veredicto que indica que una vida guiada por la decencia sea considerada similar a la existencia de un hijo de puta. Cuando alguien muere injusta y prematuramente, es válido dudar hasta de la existencia de Dios, pues la fuente de toda justicia no tiene derecho a hacer excepciones tan dolorosas. Cuando una persona amada por sus amados muere, es también válido sentir no solamente el dolor objetivo que esa pérdida provoca, sino el adicional por intuir nuestra propia e inexorable muerte futura. Pero cuando quien muere es alguien que dedicó su vida por elección personal a hacer daño, a convertir el oro en barro, a pisar los brotes nacientes, a traicionar confianzas, a quitarle el pan de la boca a sus hijos para entregárselo a bocas prostituidas y una interminable lista de etcéteras, en este caso no solo podemos, sino que debemos afirmar sin culpas ni temores: murió un hijo de puta.

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