Mientras los caceroludos de exportación sacan a lucir no solo los carteles en rigoroso inglés, sino su odio visceral a nuestra presidenta, ésta sigue dando cátedra. Y no lo hizo solo en la Asamblea Anual de la ONU, donde fue aplaudida en más de una oportunidad, sino que hoy viaja a Washington, donde dejará inaugurada la Cátedra Argentina en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Georgetown University, que dirige el historiador Erick Langer y mañana será el turno de Harvard.
Mientras en magnetolandia, siguen pensando en chavización del país, ciudadanos con demasiados pelos y poco cerebro rechazan la recepción de billetes con la cara de Evita, y aunque prezca mentira, eso es respuesta al pregón de la corpo, no dicho pero si insinuado continuamente, de que este gobierno no llega, porque los ciudadanos libres así lo quieren, y que la yegua se cae. Pero no se hagan problema, eso ocurre solo en su afiebrada mente y en la de todos los que ha inoculado su odio, que ya a esta altura solo es mecanismo de defensa e instinto de vida. Solo faltan 71 días para el 7D.
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Dando Cátedra
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Odiólar
Por Luis Bruschtein
La DEA los puso en la mira. Con el dólar se compran
casas, con el dólar se ahorra, con el dólar se viaja. Sin el maldito
dólar no se puede hacer nada. Y algunos sectores de las clases media y
alta sufren de su abstinencia como un cocainómano en bajón. Algo de eso
tuvo el cacerolazo. Síndrome de abstinencia. La desesperación del adicto
que no puede consumir, el drogón al que le sacaron el caramelo y
arremete contra las paredes, trata de asesinar al enfermero, odia a los
médicos que lo atienden y a los padres que lo internaron.
Seguramente fue más complejo, seguramente intervinieron muchísimos factores, pero cuando el Gobierno cerró la canilla del dólar gatilló un mecanismo asesino en esos sectores. Cada una de las medidas, desde los trámites con la AFIP por computadora que después rechazan los bancos, hasta el 15 por ciento de aumento a la tarjeta alimentó al asesino serial, al monstruo solitario que anida en la zona oscura del cerebro de un ser humano argentino, dizque civilizado.
La clase media kirchnerista o que no es antikirchnerista pudo elaborar esa abstinencia, sublimarla con un razonamiento político que va más allá de la bronca inmediata, una mirada que le permite ver por encima de las fronteras una crisis mucho peor que la falta del dólar.
En cambio para la clase media antikirchnerista, que había quedado aturdida después de las elecciones, la sequía de dólares operó como catalizador del pataleo, sumó y potenció toda la bronca. Es un estado de ánimo que reclama por los dólares, contra “los planes descansar” (la Asignación Universal por Hijo), y contra el pago de impuestos. Pero no menciona estos puntos. Prefiere hablar de la “korrupción”, de la falta de libertad o “diktadura”, del rechazo a la reforma de la Constitución, a la re-reelección.
Los reclamos que mencionan son los que se pueden discutir, pero no son los que encienden la llama del odio. El polvorín está en los temas que no mencionan y, sobre todo, o por lo menos el más extendido, el maldito dólar. O se lo menciona detrás de eufemismos como la falta de libertades (para comprar dólares) y algunas otras que equiparan mágicamente a la Argentina con Cuba y Venezuela.
Nadie se hace cargo del embole que produce en general a los sectores medios esa adicción. Más de un kirchnerista se tragó una puteada cuando viajó al Uruguay y lo estafaron con el cambio. O cuando alguna de esas medidas lo sorprendió en medio de una transacción inmobiliaria que se frustró o se encareció.
Esa es una discusión: la forma de cortar una adicción surgida en años de devaluaciones y corralitos que había convertido a la Argentina en el país con más dólares per cápita después de Estados Unidos. Y, al mismo tiempo, hacer ese corte en el marco de una inflación importante.
El peligro de esa adicción en un país con inflación son las corridas cambiarias. Y el peligro es más grande aun cuando esas corridas muchas veces son provocadas por grandes empresas exportadoras para obligar a una devaluación drástica del peso. Y más peligroso aún es si esa corrida se produce en el contexto de una crisis mundial. Con ese marco, una devaluación forzada hubiera podido llegar a provocar una crisis peor que la híper de Alfonsín.
El contexto previo al cierre de la canilla era el de miles de millones de dólares girados al exterior o llevados al colchón. Un clima intoxicado con versiones de corralitos y devaluaciones que no ocurrieron. Los mismos empleados bancarios aconsejaban retirar los depósitos. Si esa corrida no paraba, la economía difícilmente sobreviviera. O sea: los sectores de clase media que están rabiosos porque tienen pesos pero no pueden comprar dólares, ahora no tendrían esos pesos para comprarlos. La canilla de los dólares se cerró para proteger a una economía que hizo prósperos a los mismos que reaccionan furiosamente contra esas medidas.
La furia fue llamativa. El odio dio vergüenza ajena. La bronca por el dólar estaba subyacente y con mucha fuerza, pero no alcanza para explicar todo. El odio forma parte innata, constituye la amalgama de una cultura donde la supuesta superioridad social, económica o cultural, otorga licencia para matar. Es algo que tiene raíces históricas en la Argentina donde la supuesta ilustración siempre apareció enfrentada al progresismo real de las masas. O por lo menos así fue presentado por historiadores que falsearon alineamientos o ignoraron a los intelectuales que no respetaron esa regla elitista.
En la búsqueda de posibles explicaciones a tanto odio apareció una frase de Arturo Jauretche navegando por las redes: “Conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor”. Jauretche fue un sociólogo autodidacta, probablemente uno de los que hicieron aportes más ricos sobre la idiosincrasia de los argentinos y constituye un ejemplo de los que han sido ninguneados por las academias.
Es difícil entender el odio y más difícil aún es entender su naturalización o su minimización por parte de columnistas e intelectuales de la oposición. Fueron pocos los que tuvieron el reflejo o la valentía de señalarlo. Algunos incluso llegaron a tratar de ocultarlo. El canal TN de Clarín fijó sus cámaras desde el principio hasta el final sobre la marcha de los caceroleros, pero le quitó el sonido y no hizo entrevistas a los manifestantes. Unos días después, en un programa de ese canal se presentó un panel con supuestos caceroleros espontáneos donde todo estaba guionado. Ninguno se superpuso, como si se hubieran distribuido previamente los temas. Los periodistas disfrazaron todavía más la mentira acusando de “oficialistas” a los demás canales que difundieron entrevistas de caceroleros histéricos. Si les da vergüenza ser partícipes y beneficiarios de ese odio, más les valdría reflexionar sobre esa cuestión, en vez de operar para ocultarlo.
En los últimos treinta años hubo manifestaciones opositoras contra todos los gobiernos. En el caso de Menem, marchaban familiares de víctimas de la dictadura cuyos asesinos habían sido indultados por su gobierno y decenas de miles de desocupados que habían perdido sus trabajos por sus políticas.
Tenían muchos más motivos para el odio que estos caceroleros, pero nunca en esas manifestaciones se escucharon expresiones criminales como las que se manifestaron en el cacerolazo. Nunca se le deseó la muerte a Menem ni a su familia y lo mismo con De la Rúa. Fue repugnante escuchar esas consignas y fue repugnante ver cómo algunos periodistas que se jactan de civilizados se callaron y se hicieron cómplices de esos actos miserables de exaltación de la muerte. El mismo grupo social y la misma cultura que festejaba el cáncer de Evita sesenta años atrás. A la Presidenta no se le perdona un chiste mínimo, pero a ese grupo social le está permitido convertir en consigna política la muerte del otro.
Esa fue una expresión del odio. Porque otra de las explicaciones del odio es el tono de los grandes medios encrespados por la pérdida de privilegios que implica la Ley de Servicios Audiovisuales. Se puede hacer mucha teoría sobre el tema. Y a eso se dedica la periodista Mariana Moyano. La bajeza expresada en la forma revanchista con que informaron sobre un robo en su domicilio termina por confirmar, si alguien todavía tenía dudas, que la propiedad de los medios no puede estar concentrada ni monopolizada, que es necesario que haya diversidad y educación.
La mayoría de los grandes medios festejaron que le haya sucedido esa desgracia a una periodista que cuestionaba la manera en que los medios operaban sobre el tema de la inseguridad. Pero lo más rastrero fue que en varios de los noticieros se divulgaba la dirección de esa periodista, como si estuvieran convocando a que se repitieran los hechos. Igual de rastrero fue que inventaran que entre los pocos objetos robados hubiera dólares. Una “periodista K” con dólares constituye algo muy regocijante, aunque sea mentira.
La ruta del odio lleva a los enfrentamientos violentos. Es algo que ya se vivió y se sufrió. Es un camino más que peligroso. Si la oposición no critica estas expresiones –y las justifica como en otras épocas–, estará repitiendo los mismos errores del pasado.
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Humor Cordobés
Humor político mediterraneo del mejor.
Al igual que los Caniches de Perón en su post Tilingo que recomiendo, y harto ya de estar harto ya me cansé de hablar y opinar sobre los caceroludos tilingos, propongo un fin de fiesta con este monólogo que expresa varias, de las cuestiones que cesudamente se trataron de explicar aquí y seguramente Emanuel Rodriguez en clave de humor lo hace mejor.
Al igual que los Caniches de Perón en su post Tilingo que recomiendo, y harto ya de estar harto ya me cansé de hablar y opinar sobre los caceroludos tilingos, propongo un fin de fiesta con este monólogo que expresa varias, de las cuestiones que cesudamente se trataron de explicar aquí y seguramente Emanuel Rodriguez en clave de humor lo hace mejor.
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Breve análisis por E. de la Serna
Un breve análisis del triunfo de Macri en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Eduardo de la Serna
Cuando decimos "esperamos" o "esperábamos" se mezclan, o suelen mezclar, dos posibles acepciones del término, por un lado lo que "deseamos" y por otro lo que "creemos" que ocurrirá. ¿Qué esperábamos que ocurriera en Buenos Aires, en las elecciones de ayer? Deseábamos otra cosa, pero suponíamos que esto ocurriría. Hablamos de Buenos Aires, y esto hay que recordarlo.
Buenos Aires, "el puerto" (= porteños) fue siempre el emblema de una mirada, una ideología: la salida. El Atlántico. Europa. Los trenes, todos, debían confluir en el puerto para que los granos y las vacas -"el campo"- salieran hacia Europa. Buenos Aires es emblema de un modelo de país, "unitario", ese que desde la batalla de Pavón se impuso, ese que no pretendía ahorrar "sangre de gauchos", el de -con sus diferencias, por cierto- gestaron Sarmiento, Mitre, Roca... La "generación del '80", en su momento rememorada por la Dictadura. Claro, existe "otro país", el "interior", el negado o invisibilizado, la "barbarie". También con sus diferencias, por cierto. El de los caudillos, los "cabecitas negras", que mira hacia el "interior", no una "salida" sino una "entrada". Esos dos modelos de país creo que podríamos simbolizarlos con los dos festejos centenarios. Uno, el Centenario, que se enorgullecía de que la única visita fuera la de la "Infanta Isabel", la misma que logró recortar nada menos que el Himno nacional (que no sólo hablaba del "león" rendido "a sus plantas", sino de Potosí, Cochabamba y La Paz, del Inca y los Andes). El otro, el Bicentenario, mirando "otro país posible", lleno de presidentes latinoamericanos. Dos países. Dos miradas. Dos ideas.
Sería ingenuo y falso decir que la Ciudad Autónoma es uniformemente de un modo y el resto del país es uniformemente de otro, pero claramente simbolizan dos miradas. Y Buenos Aires está estigmatizada a ser esa mirada: ilustrada, con complejo de "europea", despectiva del resto... sin demasiada ideología sino su propio bienestar, burguesa. Donde pueden votar a Pino Solanas y dos años después y dos antes a Macri, y otras veces a Zamora, o a Erman González, o De la Rua... ¡Nunca un voto "nacional y popular"! ¡Nunca! ¿Cómo habría de extrañarme el triunfo de Macri de ayer? Sinceramente no esperaba otra cosa, aunque -obviamente- lo deseara. Deseo que -alguna vez- los porteños se den cuenta que si son "puerto/puerta" esta no sólo sirve para salir, sino que sirve también para "entrar", ir al "interior". Y volverse pueblo, volverse "hermanos". Mientras Buenos Aires se vea europea, antes que latinoamericana, seguirá siendo "otro país". ¡Muy otro!
Otras notas sobre la elección:
* ¿Cuándo aprenderán los políticos que no deben esperar nada de Clarín? Sin duda alguna, no hay nadie que haya hecho más por Clarín en estos últimos dos años que Silvana Giudici. Fue el felpudo de entrada del Multimedio en el Congreso. ¿Y qué hizo Clarín por su "aliada" en la campaña? ¡¡¡Nada!!! Todos los cañones puestos en el único que podía ganar. Y -además- otros huevos en la canasta que le podía restar votos a su "enemigo", que era Filmus, obviamente, en Pino.
* Ciertos personajes, deberían entender que pasó su cuarto de hora de fama. El pésimo árbitro Castilli, que ni siquiera pudo votar, debería saber que no fue suficiente su reunión con Beliz en Nueva York para aprender la "mano dura" de los vidrios rotos; la izquierda, saber que al menos deberían dejar de decir "el pueblo" cuando siguen dividiéndose en purísimos grupúsculos y nadie los acompaña; López Murphy recordar que su micro-paso por el Ministerio de Economía fue su "cajón de Herminio"; y Carrió aprender que pasó el tiempo en que era escuchada con cierto agrado, y que hoy la única que se complace en hacerlo es ella misma.
* Una vez más el "iluminismo ilustrado" de Solanas habló del electorado "vip", de Buenos Aires. Despreciando a Salta, Chubut, Misiones, Catamarca y Tierra del Fuego, "ahora" empezó la cosa, parece; lo de "antes", no cuenta. Es que -recuerdo a los viejos curas del Tercer Mundo- el "progresismo" con mucha frecuencia, es tan "anti-pueblo" (o no-pueblo) como la derecha liberal. El desprecio por lo "popular" no deja de ser una "marca en el orillo" de los "ilustrados".
* Es probable que para un electorado "cholulo", o "frívolo", o "tilingo", Filmus "da" demasiado serio. Intelectual serio, con argumentos, y formación, no parece que pueda competir con la superficialidad marketinera de Maurizio. En especial porque en ese terreno -la nada- es evidente que Macri se mueve como "pez en el agua" (estoy tentado de decir que es un pescado) y no es el terreno de Filmus (ni de los otros pre-candidatos, debo decirlo).
En fin, no me extraña lo de Macri; no esperaba otra cosa. Por cierto que ahora los adversarios del Gobierno nacional intentarán decir que "revivió" la oposición; querrán "nacionalizar" la Campaña. Justo con un candidato que -para evitar toda implicancia política- no habló ni apoyó a ningún candidato a nivel nacional. En lo personal, creo que no revivió nada, ni se derrotó nada. Simplemente creo que es "más de lo mismo". Es más lo de siempre. Son dos proyectos. Y -¿podremos soñar lo contrario para un futuro?- Buenos Aires, más autónoma que nunca, es "otro país". Como lo fue siempre. Y -en lo personal- es ciertamente el país que no quiero ser.
Sobreactuar
El editor general del "gran diario argentino" Ricardo Kirschbaum se rasga las vestiduras porque nuestro Ministro de Economía, Amado Boudou les negó unas declaraciones en París, acusándolos de ANTIPATRIA.
De ahí que lo compara con los voceros de la dictadura cívico militar, de la cual formaba parte él y su diario y despliega para cubrirse, un historial del ministro que ninguno de nosotros desconoce.
Desde éste humilde blog consideramos que el Amado se quedó corto. Bien podría haberse excusado diciendo que no hablaba con corruptos, vendepatria, tilingos, agrogarcas, asesinos, proyanquis, violadores, mentirosos, cipayos, secuestradores, lameculos, apropiadores de menores, estafadores, ladrones, alcahuetes, y así tampoco sería sobre actuado.
Ricardito, no te conviene hablar de autoritario, tu pasado y tu presente, te condena.
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VENDEPATRIA
EL PELOTUDO ARGENTINO
Por Gerardo Fernández
(a ver si saben uno que se parezca?)
En la maraña de acontecimientos dudosos, las usinas de Clarín y La Nación salen a buscar a ese ejemplar único e irrepetible que ellos mismos han formateado en las últimas décadas y que tiene como precisa y certera denominación científica El pelotudo argentino, que no se parece en nada a los pelotudos de países limítrofes.
El pelotudo argentino es nuestro, como el dulce de leche y el Torino, con rasgos propios, únicos e irrepetibles.
Es ese nabo que se cree siempre un capo, un piola, uno que se las sabe todas y en realidad no sabe absolutamente nada.
Valga aclarar a efectos de evitar confusiones que no hay que confundirlo con el jodido.
El jodido sabe, procede con conocimiento de causa, básicamente se mueve como un depredador en la jungla buscando siempre su propia conveniencia.
El pelotudo, en cambio, es un perdedor estratégico, un tactisista que va cazando las sobras que los de arriba le dejan pero se cree más vivo que ellos.
El pelotudo argentino no mira televisión, la acata.
Es ese pelotudo que pone el grito en el cielo y llama a Magdalena si le vienen 15 pesos de aumento en la factura del gas y de verdad cree que lo están choreando pero cuando las empresas de celulares, las prepagas, los colegios PRI VA DOS y las proveedoras de cable lo empernan con arandela y todo automáticamente, por default razona que son reacomodamientos propios del mercado.
El pelotudo argentino viene desprovisto de fábrica de todas las ideologías que ponen el acento en lo nacional y priorizan el interés del país al que pertenece.
Para él sólo tienen valor los intereses nacionales de los países de origen de las empresas que vienen a hacer negocios acá.
El pelotudo argentino está convencido de que siempre fue así aunque nunca pueda probar absolutamente nada de lo que repite tontamente.
Está fatalmente convencido que este país no tiene salida y que por eso hay que hacer la propia ¿vistesss?
El pelotudo argentino cree que siempre los ricos fueron ricos y los pobres fueron pobres, no contempla la posibilidad de que algo pueda cambiar y cree que los que lo intentan son unos pelotudos.
Vino al mundo a ser un eslabón más en la cadena de reproducción del
capitalismo dependiente y nunca se le pasó por la cabeza cuestionar
nada de lo pre establecido.
Y si le proponés ejemplos del funcionamiento del capitalismo central para incorporar acá te discute que son medidas comunistas.
El problema del pelotudo argentino es su obcecación en defender las condiciones estructurales que determinaron que sea tan pero tan pelotudo.
Es el típico gil a cuadros que defiende a Biolcatti y a Clarín y cree que el Golcito que a duras penas está pagando en cuotas se lo debe a ellos y no a los pelotudos que como él generan con su trabajo la riqueza de los poderosos.
El pelotudo argentino ni siquiera tiene méritos propios en su pronunciado nivel de pelotudez, lo que a todas luces es la suma de las ignominias, porque ser pelotudo y ni siquiera haber hecho un cursito para tal fin es lo peor que te puede pasar.
Es todo un logro argentino, lo hicieron enterito acá los que siempre tuvieron claro que la mejor defensa de sus intereses es que haya un ejército de pelotudos que estén convencidos de que nada debe cambiar.
El pelotudo argentino no discute de política porque -ni él va a cambiar tu forma de pensar ni vos se la vas a modificar a él.
No viene programado para rebelarse pero sí está formateado para ponerse
del lado de los ricos toda vez que se intente sacarles algo.
El pelotudo argentino de pueblo chico, por ejemplo, es de meterse en
comisiones junto a los capangas del lugar para compartir reuniones y
asados y creer así que por estar sentado al lado del potentado su
status se ennoblece.
Al pelotudo argentino lo mata la indefinición y prefiere la rutina de
lo malo conocido.
Además es cagón y hasta se banca que le descuenten el sueldo con tal de que no lo rajen.
Es pragmático, para él la ideología no cuenta.
El mundo está divido entre los vivos y los giles.
Ya se sabe dónde cree estar ubicado, ni falta hace que lo digamos.
El pelotudo argentino que antes se aterrorizaba con Lanata ahora lo mira como a uno del palo y le comenta a sus amigos -lo groso que estuvo el gordo anoche.
El pelotudo argentino se conmovió con el rescate de los 33 pero jamás criticó y en muchos casos ni se enteró de las condiciones infrahumanas del trabajo en las minas trasandinas.
En las elecciones del 2001 fogoneó la idea del 501 pero ni siquiera se
animó a poner una feta de salame en el sobre, el sólo imaginarse
haciéndolo en el cuarto oscuro lo estresaba, y terminó votando en blanco
El pelotudo argentino es algo así como la condición necesaria para que
el país no salga adelante, es la materia prima de la dependencia.
El pelotudo argentino es la garantía que tienen las minorías poderosas de
que nunca habrá mayorías que se les planten y les digan ¡Basta!
Porque el pelotudo argentino defiende a los que lo empoman día tras día y le hacen creer que es un ganador.
El pelotudo argentino se crió con las botas de la última dictadura y
luego terminó de formatearse en los noventa.
Usó el Retiro Voluntario de Menem para poner Galletiterías, parripollos, pañaleras y MAXIKIOSCOS o DRUGSTORES que, como se sabe, no son un kiosquito cualquiera, noo, son casi casi un súper pequeño, digamos, y sólo por razones de espacio, porque en el barrio no había locales grandes
disponibles....
Y si es un pelotudo de pedriguee, de los buenos, muy probablemente haya parido un casalito de pelotuditos que ahora andan en los veintipico que ni te cuento lo que son...
Ella estudia maestra jardinera y el varoncito Administración de empresas...
El pobre pibe no sabe que en su puta vida va a administrar empresa alguna, que las empresas las administran pura y exclusivamente los dueños, pero su
padre hace horas extras para que el pelotudito de su hijo estudie cómo llevarle los papeles a los empresarios el día de mañana pero, eso sí, creyendo que les administrará algo...
Eso sí, es muy pagado de sí mismo, lo que se dice "un ganadorr" de esos que abrevan en Sofovich, Rial y Baby Etchecopar, de esos que cuando la Panamericana se abotona un domingo a las 20.00 se mandan por la banquina al palo.
Cuando salen a la mañana de su casa y desactivan la alarma del Duna arqueando el labio inferior a la John Wayne y escuchan al robot decir "X 28 de sac ti va do" sienten hasta una leve erección...
Tomado de Facebook
(a ver si saben uno que se parezca?)
En la maraña de acontecimientos dudosos, las usinas de Clarín y La Nación salen a buscar a ese ejemplar único e irrepetible que ellos mismos han formateado en las últimas décadas y que tiene como precisa y certera denominación científica El pelotudo argentino, que no se parece en nada a los pelotudos de países limítrofes.
El pelotudo argentino es nuestro, como el dulce de leche y el Torino, con rasgos propios, únicos e irrepetibles.
Es ese nabo que se cree siempre un capo, un piola, uno que se las sabe todas y en realidad no sabe absolutamente nada.
Valga aclarar a efectos de evitar confusiones que no hay que confundirlo con el jodido.
El jodido sabe, procede con conocimiento de causa, básicamente se mueve como un depredador en la jungla buscando siempre su propia conveniencia.
El pelotudo, en cambio, es un perdedor estratégico, un tactisista que va cazando las sobras que los de arriba le dejan pero se cree más vivo que ellos.
El pelotudo argentino no mira televisión, la acata.
Es ese pelotudo que pone el grito en el cielo y llama a Magdalena si le vienen 15 pesos de aumento en la factura del gas y de verdad cree que lo están choreando pero cuando las empresas de celulares, las prepagas, los colegios PRI VA DOS y las proveedoras de cable lo empernan con arandela y todo automáticamente, por default razona que son reacomodamientos propios del mercado.
El pelotudo argentino viene desprovisto de fábrica de todas las ideologías que ponen el acento en lo nacional y priorizan el interés del país al que pertenece.
Para él sólo tienen valor los intereses nacionales de los países de origen de las empresas que vienen a hacer negocios acá.
El pelotudo argentino está convencido de que siempre fue así aunque nunca pueda probar absolutamente nada de lo que repite tontamente.
Está fatalmente convencido que este país no tiene salida y que por eso hay que hacer la propia ¿vistesss?
El pelotudo argentino cree que siempre los ricos fueron ricos y los pobres fueron pobres, no contempla la posibilidad de que algo pueda cambiar y cree que los que lo intentan son unos pelotudos.
Vino al mundo a ser un eslabón más en la cadena de reproducción del
capitalismo dependiente y nunca se le pasó por la cabeza cuestionar
nada de lo pre establecido.
Y si le proponés ejemplos del funcionamiento del capitalismo central para incorporar acá te discute que son medidas comunistas.
El problema del pelotudo argentino es su obcecación en defender las condiciones estructurales que determinaron que sea tan pero tan pelotudo.
Es el típico gil a cuadros que defiende a Biolcatti y a Clarín y cree que el Golcito que a duras penas está pagando en cuotas se lo debe a ellos y no a los pelotudos que como él generan con su trabajo la riqueza de los poderosos.
El pelotudo argentino ni siquiera tiene méritos propios en su pronunciado nivel de pelotudez, lo que a todas luces es la suma de las ignominias, porque ser pelotudo y ni siquiera haber hecho un cursito para tal fin es lo peor que te puede pasar.
Es todo un logro argentino, lo hicieron enterito acá los que siempre tuvieron claro que la mejor defensa de sus intereses es que haya un ejército de pelotudos que estén convencidos de que nada debe cambiar.
El pelotudo argentino no discute de política porque -ni él va a cambiar tu forma de pensar ni vos se la vas a modificar a él.
No viene programado para rebelarse pero sí está formateado para ponerse
del lado de los ricos toda vez que se intente sacarles algo.
El pelotudo argentino de pueblo chico, por ejemplo, es de meterse en
comisiones junto a los capangas del lugar para compartir reuniones y
asados y creer así que por estar sentado al lado del potentado su
status se ennoblece.
Al pelotudo argentino lo mata la indefinición y prefiere la rutina de
lo malo conocido.
Además es cagón y hasta se banca que le descuenten el sueldo con tal de que no lo rajen.
Es pragmático, para él la ideología no cuenta.
El mundo está divido entre los vivos y los giles.
Ya se sabe dónde cree estar ubicado, ni falta hace que lo digamos.
El pelotudo argentino que antes se aterrorizaba con Lanata ahora lo mira como a uno del palo y le comenta a sus amigos -lo groso que estuvo el gordo anoche.
El pelotudo argentino se conmovió con el rescate de los 33 pero jamás criticó y en muchos casos ni se enteró de las condiciones infrahumanas del trabajo en las minas trasandinas.
En las elecciones del 2001 fogoneó la idea del 501 pero ni siquiera se
animó a poner una feta de salame en el sobre, el sólo imaginarse
haciéndolo en el cuarto oscuro lo estresaba, y terminó votando en blanco
El pelotudo argentino es algo así como la condición necesaria para que
el país no salga adelante, es la materia prima de la dependencia.
El pelotudo argentino es la garantía que tienen las minorías poderosas de
que nunca habrá mayorías que se les planten y les digan ¡Basta!
Porque el pelotudo argentino defiende a los que lo empoman día tras día y le hacen creer que es un ganador.
El pelotudo argentino se crió con las botas de la última dictadura y
luego terminó de formatearse en los noventa.
Usó el Retiro Voluntario de Menem para poner Galletiterías, parripollos, pañaleras y MAXIKIOSCOS o DRUGSTORES que, como se sabe, no son un kiosquito cualquiera, noo, son casi casi un súper pequeño, digamos, y sólo por razones de espacio, porque en el barrio no había locales grandes
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Y si es un pelotudo de pedriguee, de los buenos, muy probablemente haya parido un casalito de pelotuditos que ahora andan en los veintipico que ni te cuento lo que son...
Ella estudia maestra jardinera y el varoncito Administración de empresas...
El pobre pibe no sabe que en su puta vida va a administrar empresa alguna, que las empresas las administran pura y exclusivamente los dueños, pero su
padre hace horas extras para que el pelotudito de su hijo estudie cómo llevarle los papeles a los empresarios el día de mañana pero, eso sí, creyendo que les administrará algo...
Eso sí, es muy pagado de sí mismo, lo que se dice "un ganadorr" de esos que abrevan en Sofovich, Rial y Baby Etchecopar, de esos que cuando la Panamericana se abotona un domingo a las 20.00 se mandan por la banquina al palo.
Cuando salen a la mañana de su casa y desactivan la alarma del Duna arqueando el labio inferior a la John Wayne y escuchan al robot decir "X 28 de sac ti va do" sienten hasta una leve erección...
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